jueves, 21 de enero de 2016

Y yo que creía que (17) ponerle los pendientes a mi peque no iba a ser "na"

   Siempre he procurado mantenerme en el mayor de los anonimatos posibles. No digo mi verdadero nombre, no publico fotos mías ni de mi peque, y cuando hablo de mi Gansi lo hago en tono neutral, ni siquiera he mencionado si era niño o niña.

   Lo hago así porque es la elección personal que he tomado, porque este anonimato me ayuda a abrir mi corazón y contar mis experiencias y opiniones lo más sincera y honestamente posible. Es lo que a mí me funciona y con lo que me siento cómoda. Por supuesto que respeto a quien lo haga de forma diferente, porque creo que cada uno es dueño de su intimidad y tiene derecho a decidir qué cuenta, hasta dónde cuenta y a quién se lo cuenta. Y yo hasta ahora he decidido hacerlo así.

   Pero para la siguiente entrada necesito desvelar que mi Gansi es niña, y desde que supe que iba a serlo no dudé ni un segundo que iba a llevar pendientes. No dudé, claro, hasta el mismo instante en que se los fui a poner.




   En este país es algo totalmente normal que las niñas desde bebés lleven pendientes, y así lo había visto yo siempre. De hecho muchas veces para reconocer si un bebé es niño o niña en lo primero que nos fijamos es en si lleva pendientitos. Ni nos paramos a pensar que en otros países, con culturas muy similares a la nuestra, esto es una aberración tan grande como ponerle a tu bebé un piercing en la nariz. De hecho, un pendiente aunque sea en la oreja es un piercing al fin y al cabo.

   Hay muchas mujeres que no llevan pendientes o que deciden no ponérselos a sus hijas, y lo curioso es que aquí esto sea lo raro cuando en otros países te podrían hasta quitar la custodia por ocurrírsete perforarle las orejas a tu bebé.

   Así que si vas a tener una niña, quizá te apetezca hacer una reflexión. Yo te cuento mi experiencia, y luego tú decides.

   Como decía, yo lo tenía clarísimo. Niña = pendientes, ni me planteaba otra cosa. Pero... ¿cuándo y dónde ponérselos?

   Hay opiniones para todos los gustos. Algunos se los ponen nada más nacer o a los pocos días, en el centro de salud o en una farmacia (no, no hay que ir a un garito de tatuajes), y otros aconsejan esperar un mes al menos. Por un lado, cuanto más pequeñas son nuestras nenas, más tierno está el lóbulo, supuestamente menos vascularizado, y menos les duele, desde luego parece que se quejan menos. Por otro lado, al esperar un mes el lóbulo ha crecido y puede que haya cambiado un poco de forma, con lo cuál si esperamos nos arriesgamos menos a que les puedan quedar torcidos.

   Pues bien, creyéndonos perfectamente informados, tomamos la decisión de esperar al menos un mes y llevamos a nuestra Gansi a una farmacia especialmente recomendada en la que supuestamente eran expertos y te hacían un trabajo fino filipino.

   Inocente de mí, pensé que mi peque apenas se enteraría, o sería un momento, como una inyección, y en un rato estaríamos en casa. Pero fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida. Mi peque lloró muchísimo con el primer agujero, tanto que a punto estuve de decir que no le hicieran el otro. Me sentí horriblemente mal, como si la estuviera traicionando. Ella confiaba en mí, yo era su seguridad, se suponía que debía protegerla, y la había llevado conscientemente a un sitio donde le estaban haciendo mucho daño sólo por vanidad.

   Pero ahí no queda todo. Después de esperar un mes para que no le fueran a quedar los pendientitos torcidos, e ir al sitio recomendado chachi piruli, ¿adivináis qué? ¡Le quedaron torcidos!

   Así que me vi en la disyuntiva de dejar a mi peque con los pendientes torcidos de por vida (y se notaba bastante), o hacerla pasar por el calvario otra vez. Fue una decisión muy dura. Era como un castigo, ahora me iba a tocar vivir la pesadilla dos veces, y mi pobre peque lo iba a pagar.

   En efecto, le quitamos el pendientito más torcido, le dejamos unos días para que se cerrara bien (no tardó y quedó perfecto, ni una señal, eso sí), y la volvimos a someter a esa tortura.

   Me quedé tan traumatizada que deseé que si alguna vez tenía otro bebé no querría que fuera niña sólo para no tener que tomar la decisión de si ponerle pendientes o no.

   No creo que mi peque recuerde nada, aunque no puedo asegurar que no haya quedado nada raro rondando por su subsconsciente, y ahora es una feliz niña con pendientitos para demostrarlo. Ya la puedo rapar y vestirla con un chándal de las tortugas ninja que nadie va a cuestionar que es una niña.

   Y por si fuera poco todo esto, una vez pasado el mal rato les toca a los papás llevarse unos días ejerciendo los cuidados pertinentes a la orejita de la nena: asegurarse de que esté limpia y no se infecte, darle vueltecitas al pendiente para que no se encarne (a mi peque esto le molestaba bastante y me empujaba la mano con su manita), y algunos recomiendan que la madre le frote los dedos mojados en su saliva en ayunas en el lóbulo.

   Por cierto, si necesitas aún más datos a considerar para tomar tu decisión, déjame decirte que si no quieres gastar mucho puedes ponerle a tu nena pendientes de poca calidad por menos de 5 euros (los hay monísimos, de muñequitos de todos los colores), aunque te arriesgas a que puedan causarle dolorosas infecciones. Mi peque tuvo una, y se suponía que eran pendientes buenecitos los que llevaba por entonces Desde luego, cuando ves la orejita de tu bebé hinchada, enrojecida y chorreando pus (literalmente), dejas de escatimar. Los pendientes de plata, y sobre todo de oro (que son los que más se les pone al final) cuestan una pasta gansa, y te duele el riñón cada vez que los pierden, y hay niñas (como la mía) que tienden a perderlos mucho, sobre todo los primeros años de vida.

   Y para terminar, aquí os dejo unos enlaces interesantes para completar la reflexión:



También vale así ¿no?