martes, 29 de marzo de 2016

¿Se valora lo suficiente a las madres?


   Siguiendo con las reflexiones gansiles, hoy le estuve dando vueltas a cómo se valora el ser madre en la actualidad. Sin desmerecer a los papis, me quiero centrar en las madres, porque por mucho que digamos que los hijos los tiene la pareja, no sólo la madre (y bien cierto que es), hay cosas que únicamente son función de mamá (como la gestación, sin ir más lejos), y otras que igual no tendrían por qué serlo en exclusiva a priori, pero en la práctica terminan siéndolo. Y es que siendo realistas, aunque los tiempos han cambiado bastante, todavía hay familias en las que todo el peso del cuidado de los hijos recae en la mamá, e incluso en mi entorno cercano aún oigo la frase “los niños son para las madres”.


   Aunque es verdad que hay muchos papás que rompen con lo que ya venía siendo tradicional, y deciden quedarse en casa a cuidar de su prole, la realidad es que aún siguen siendo mayoría las madres las que hacen casi todas las renuncias.


   ¿Está infravalorado hoy en día el ser madre en nuestra sociedad o se le da la importancia que merece?


   Muchas veces me da la sensación de que no sólo no se valora que una mujer decida ser madre (bien en decisión conjunta con su pareja o ser madre soltera), sino que pareciera que estuviera castigado. Que fuera un capricho que se nos mete en la cabeza y por el que tenemos que pagar renunciando a parte de nuestros derechos, sin que nadie nos de el más mínimo crédito por ello. Y si no queremos renunciar a nada, tenemos que poner a la pobre criatura en segundo plano en nuestras vidas.


   Porque resulta que en muchas ocasiones son los propios padres los que restan importancia al hecho de que un nuevo ser humano en proceso de formación acabe de llegar a este mundo. “Sí, hemos tenido un hijo, pero eso no nos impide llevar exactamente la misma vida que hasta ahora, y si el niño pretende ser impedimento, ya nos encargaremos de remediarlo”.


   Pues voy a decir algo que quizá sorprenda a muchos. Señoras y señores, de verdad de la buena, que no tienen por qué tener hijos. En serio, que no, que no es obligatorio, como tampoco tienen por qué tener problemas reproductivos para adoptarlos (lástima que los trámites tengan que ser tan tediosos y costosos, porque al final quien sufre las consecuencias son los pobres huérfanos que no encuentran un hogar por culpa de tanta traba legal).


   Pues no, damas y caballeros, no hace falta que se reproduzcan, es completamente voluntario, no se sientan presionados a ello, ni tampoco hace falta que vayan por el hermanito si creen que con uno ya les basta y sobra. Créanme que es peor tener un hijo bajo presión que ir de frente por la vida y decir que no quieres tenerlos y punto, sin dar más explicaciones a nadie. No teman la extinción de la raza humana, pues siempre habrá quien desee con todo su ser tener un hijo y esté en disposición de abandonarse a su crianza.


   Quizá se valoraría más la maternidad si nos la tomáramos más en serio, si no empezáramos ya renunciando a sentir a nuestros bebés salir de su cuerpo sin que haya necesidad de ello (“duérmeme directamente el día que yo te diga y sácamelo, que no me quiero ni enterar de nada, o mejor, contrato una madre de alquiler que lo geste por mí”), o negándole a nuestro cuerpo la experiencia del puerperio (“¿para qué quiero baja por maternidad? Me incorporo al trabajo nada más salga del hospital y que la chacha le de el biberón”).


 -"¡Pero mira que bonico! ¡Igualito que su padre!"
-#yanoestoypreñada #estanochedecopichuelas #vueltaalcurro


   A veces nos confundimos un poco con lo que viene siendo ser una “mujer liberada”. Liberarte es poder decidir entregarte en cuerpo y alma a la maternidad, o a tu trabajo. Por mucho que nos duela, no se pude estar al 50% porque nuestros hijos nos necesitan al 100%, al menos el primer año de vida. Sólo con que las bajas por maternidad duraran un año, ya cambiaría mucho el cuento. Pero qué lejos nos queda todavía la conciliación...


   Hay culturas en que la maternidad es algo sagrado, y no es para menos, al fin y al cabo una madre es una creadora de vida, que pasa meses cuidándose para traer al mundo una criatura lo más sana posible, que vive y disfruta su embarazo y su parto como una leona para recibir un ser humano que está destinado a ser el futuro de la humanidad, quien nos cuide cuando estemos ancianos, quien pague nuestras pensiones cuando ya no podamos trabajar, quien nos cure cuando estemos enfermos, y potencialmente quien guíe al resto hacia una mejor convivencia, o persiga y detenga a quien nos haga mal y un largo etcétera. Es cierto que cada niño desarrollará su propia personalidad, hagamos lo que hagamos los padres, pero las bases para que puedan llegar a ser personas felices, líderes, entregadas, solidarias y valientes, se centran en la entrega que su madre (idealmente ambos progenitores o tutores) puso en su crianza. Si el grueso de este esfuerzo recae sobre las madres, entonces deberíamos verlas como las personas que hacen el trabajo más importante del mundo.


   Pero para tomarnos a nuestras madres en serio, tenemos que empezar por tomarnos a nuestros hijos en serio, como el proyecto de una vida, no como un estorbo en la nuestra, o un mero trámite.


jueves, 10 de marzo de 2016

Mujeres que no tienen hijos

   Las mujeres tienen hijos por motivos muy diversos, desde una especie de llamada de la madre naturaleza que las impulsa a crear vida, a “porque toca”, “porque es lo que hay que hacer cuando te casas”, “porque todo el mundo lo hace”, “porque el señor lo manda”, o simplemente no querían pero se presentó el bebé sin llamarlo y se lo quedaron.

   Igualmente, las mujeres que no tienen hijos también tienen sus motivos: no pueden (físicamente, económicamente, etc), no les parece que sea el momento oportuno, pero no lo descartan en el futuro, o sencillamente no quieren ni ahora ni nunca, por una lista infinita de razones.

   Y aquí es donde se puede iniciar el conflicto, porque a una mujer que ha tomado la decisión firme y consciente de que no desea ser madre, e incluso siente un profundo rechazo hacia ello, es normal que le cueste entender que haya alguna que sí quiera, voluntariamente, y encima lo disfrute, al igual que esas mujeres que sienten esa fuerte “llamada a la maternidad”, encontrarán difícil concebir que haya mujeres que no la sientan, e incluso temerán por ellas porque pensarán que quizá no la han sentido aún pero puede que llegue un momento en sus vidas en que la sientan y entonces ya sea tarde para ellas.

   Quien ha deseado con ansias un hijo, lo ha recibido con amor e ilusión, y disfruta de su crianza como si fuera la experiencia más maravillosa que se puede vivir, es posible que piense: “¿cómo puede haber alguien que renuncie a algo que te hace tan feliz y te hace sentir tan plena?”

   Mientras que haya respeto de por medio, la cosa se quedará en grupos de mujeres que se mirarán mutuamente sin comprenderse, como quien ve la cosa más rara del mundo, pensando “¿pero qué le pasará a ésta por la cabeza?”




   Para no eternizarnos, dejaremos de lado los casos de madres “porque toca”, o madres “obligadas”, que quizá luego agradecieron en el alma que la vida les diese la oportunidad de descubrir la maternidad, ya que una vez que la prueban se enamoran de la experiencia, o quizá maldigan el día en que pensaron que sería buena idea tener hijos y se arrepienten de ello profundamente, incluso aunque amen a sus criaturas con todo su corazón. Centrémonos en aquellas que desde siempre han sabido que querían tener hijos (independientemente de que logren o no tenerlos), y aquellas que están firmemente convencidas de que no los quieren, vamos, las posturas más extremas.

   Ciertamente una mujer que no concibe la vida sin ser madre, que no imagina otra felicidad que no sea junto a sus hijos, verá en aquella que no los tiene una existencia incompleta, y ésta a su vez la mirará y ambas pensarán en todo lo que la otra se está perdiendo por la decisión que ha tomado.

   ¿Qué lleva a una mujer a estar segura de que no desea ser madre? ¿Cómo, cuándo y por qué se despierta el “instinto maternal”? ¿Qué es “lo natural”? ¿Es posible llegar a entenderse?

   ¿Acaso todas tenemos reloj biológico? ¿Puede una mujer que nunca ha deseado ser madre, de repente, a cierta edad, sentir despertar su instinto? No hablo de las que lo posponen para centrarse en sí mismas o en su carrera, sino de aquellas que nunca lo han querido, con total seguridad.




   Yo puedo decir que siempre he tenido claro que quería tener hijos (y eso que nunca me han gustado especialmente los niños, y siguen sin dárseme muy bien los vástagos ajenos, pero por los míos bajo la luna si hace falta), y me mortificaba la idea de no poder tenerlos, como una de mis peores pesadillas. Ese deseo tan fuerte me hacía incapaz de entender cómo podía haber mujeres que tuvieran tan claro que no querían ser madres. Me parecía incluso injusto que pudieran existir mujeres sanas que voluntariamente decidieran que no querían hijos habiendo tantas que deseaban tenerlos y no podían. ¿Por qué no puede ir siempre el instinto de la mano de la disponibilidad? Sería más justo que la que no pudiera no quisiera y la que quisiera siempre pudiera, pero la naturaleza a veces es así...

   Pues he tenido la fortuna de que la vida me de la oportunidad de conocer a mujeres que han decidido que nunca van a ser madres, pero no porque no pudieran, y esto me ha permitido entenderlas mucho mejor, y no, no sufren por ello lo más mínimo, no están locas ni amargadas, ni tienen la casa infestada de gatos.




   También he conocido casos que me han llenado de angustia, de mujeres que sí que querían hijos, pero sus parejas no, o su economía no se lo permitía, o sencillamente el bebé no llegaba nunca. Y esto es muy duro, es un sufrimiento que sólo entiende quien lo padece, desear un hijo con toda tu alma y no poder tenerlo.

   Pero volviendo a las antes mencionadas, por extraño que me pareciera (y seguro que a muchas otras también se lo pude llegar a parecer), son reales, y aunque algunas te ven lidiar con tus peques y piensan “¿pero por qué...?” , en el fondo respetan tu decisión.

   Sencillamente han tenido la mala fortuna de que les ha tocado vivir en una sociedad en la que, por el hecho de ser mujeres, se las juzga en base a si se casan, si tienen pareja o si tienen hijos. Una sociedad en la que si eres hombre a nadie le importa tu vida sentimental, ni si tienes pareja llegada cierta edad, porque “no se te pasa el arroz”, nadie te llama “solterón”, ni siente lástima por ti si llegas a la tercera edad sin hijos, porque no dan por sentado que tu naturaleza sea desearlos.

   Es complicado que haya respeto cuando no existe entendimiento, cuando miramos como a extraterrestres a parejas que se casan y manifiestan abiertamente que no quieren descendencia (de hecho, según la religión católica, estos matrimonios son nulos). Si sólo podemos ver que los mueve el egoísmo, mal vamos.

   Que yo no digo que no haya de todo en esta vida, que realmente haya personas que sólo sepan vivir por y para sí mismas, pero no vamos a generalizar. Si realmente no desean hijos, si no están dispuestos a criarlos y darles amor, si sólo van a ser para ellos un obstáculo y los van a tener rodando entre niñeras e internados, mejor que no los tengan.

   El caso es que detrás de toda mujer sin hijos no siempre hay una historia llena de dolor y frustración, muchas veces hay una decisión consciente y respetable, una vida dedicada a otros menesteres pero tan plena y feliz como la de cualquiera que es capaz de alcanzar sus objetivos o que disfruta persiguiéndolos.

   Pero ante todo y lo más importante, es que no falte el respeto. Como decía antes, las parejas con hijos pueden llegar a ver a las que no los tienen como egoístas, pero lo más fuerte es que también sucede al revés, que las parejas sin hijos piensan que no puede haber nada más egoísta que decidir traer a este mundo cruel y abarrotado a más criaturas para tu satisfacción personal.

   Y es que hay padres y padres, cada uno con sus razones y su modelo de crianza, pero algunos todavía tenemos la esperanza de que nuestros hijos sean los destinados a hacer de este mundo un lugar mejor.

jueves, 3 de marzo de 2016

La frase: "no se cómo me quedé embarazada"

   Cuando era Gansa Premamá me causaba gracia que las mujeres dijeran “uy, pues no sé cómo me he quedado embarazada”. Pensaba “hija mía, si quieres te hago un dibujo pa que lo entiendas”. Me parecía evidente, si has tenido relaciones sexuales, sobre todo si no has usado protección, pues ahí lo tienes. ¿Cómo podían no explicárselo? Estaba segura de que era puro postureo.

   Durante el tiempo que pasé formándome para entender mi propia fertilidad (y aún me queda por aprender), todavía me parecía más extraño que una mujer pudiera haberse quedado embarazada sin esperarlo, o al menos, sin llegar a comprender cómo había sucedido, con lo difícil que es quedarse preñada.

   Pues hasta que no me pasó a mí no lo vi con claridad, así que si a ti también te choca que alguien se pueda embarazar “por accidente” (y hasta te parece injusto si es que llevas mucho tiempo buscando un bebé), o piensas que eso nunca te va a pasar a ti, porque justamente tratas de evitarlo, quédate que te cuento todo lo que aprendí.

   Quitando los casos de inconsciencia real de quien, por extraño que parezca, no sabe de dónde vienen los niños, o de adolescentes arriesgados o que piensan que por una vez no pasa nada (y probablemente no, pero a veces resulta que sí), o viejos mitos como que la primera vez no cuenta o que si después de hacerlo haces un doble mortal hacia atrás ya no pasa nada, y otros métodos todavía más absurdos, resulta que sí te puedes quedar embarazada cuando creías que no era posible.


 "WTFFFFF!!!"

   Evidentemente donde hay sexo con penetración hay riesgo (que la inmaculada concepción fue una vez y no más), quizá no tanto riesgo como a veces podemos llegar a creer, pero ahí está.

   Si se usan métodos anticonceptivos, hay que tener en cuenta que tienen un mínimo porcentaje de fallo, que quizá es más fácil que te toque la lotería, pero mira, te puede tocar un día. Y esto suponiendo que los estemos usando adecuadamente, porque si añadimos el error humano, ese porcentaje aumenta considerablemente (por ejemplo, no administrar correctamente unas píldoras anticonceptivas, u olvidar tomarlas, no colocar bien un preservativo o que éste se nos rompa...).

   Si lo que seguimos son métodos naturales de planificación familiar (sólo los recomiendo para parejas estables y sanas), es necesario alcanzar un profundo conocimiento de nuestro cuerpo, y estar abiertos a cierto riesgo.

   Por ejemplo, conocí el caso de una mujer que no se explicaba cómo se había quedado embarazada porque por la fecha de su ciclo en que había tenido relaciones sexuales con su pareja no le cuadraba. Pensaba que quizá había ovulado dos veces, o tal vez no midió con certeza el día en que ovuló.

   Si usas estos métodos para prevenir un embarazo que no deseas por nada del mundo, no vale con saber más o menos tu periodo fértil, hay que corroborarlo, no vale con decir “llevo mucho tiempo mirándome y ya me conozco y sé cuándo voy a ovular”, hay que asegurarse si no queremos llevarnos una sorpresa.

   Y digo esto con conocimiento de causa, porque fue lo que me pasó. Aprendí a localizar con tanta precisión el momento de mi ovulación que creí ser capaz de reconocer a la perfección los meses en que no ovulaba, pero estos meses diferentes o “especiales”, estos meses que descuadran de la pauta general, son con los que hay que tener más cuidado y observarse mucho mejor, tomarse la temperatura basal, revisar el flujo y comprobar el estado del cérvix, porque a veces durante estos meses la ovulación pasa totalmente desapercibida.

   En mi caso, desde que tuve a mi Gansi y volví a ovular (años después), notaba perfectamente el día en que esto ocurría porque tenía ovulaciones de lo más molestas. Y hubo un mes en que no noté nada, ni molestias, ni flujo, así que comprobé con tests de ovulación que dieron negativo (aunque quién sabe si de haber seguido haciéndolos los días posteriores habría salido alguno positivo), el caso es que debí tener una “ovulación ninja”, porque aquí estoy felizmente esperando mi huevito con ilusión y mucho miedo, sin saber ni cómo (bueno, el cómo me lo puedo imaginar) ni cuándo vino a mi vida, pero inmensamente agradecida por ello.

   En general me parece que todas las mujeres deberían conocer el funcionamiento de su cuerpo, independientemente del método anticonceptivo que usen, o de si son siquiera sexualmente activas. En primer lugar porque es tremendamente práctico poder anticipar con antelación el momento exacto en que tendrás tu menstruación, sin llevarte sorpresas, y por supuesto los días que tendrás que extremar las precauciones si no quieres quedarte embarazada. También te da tranquilidad el saber que todo va bien, o poder detectar un problema a tiempo, una alteración hormonal, o una posible enfermedad de transmisión sexual que puede empezar dando la cara simplemente en la variación sospechosa del flujo vaginal. Incluso se puede anticipar un embarazo antes de la primera falta.

   Pongamos el caso de una mujer que lleva meses sin menstruación tras el parto. Lo habitual será que no ovule hasta que no le venga la primera regla (o las primeras), pero existen casos en que lo que iba a ser la primera regla ya es ovulatoria, y ese óvulo se puede pillar, con lo que si la mujer no está atenta a los cambios de su cuerpo que indican que su fertilidad se está poniendo de nuevo en marcha, se encontrará embarazada por sorpresa, y enlazará embarazos sin ver la regla de por medio.

   También están aquellas mujeres con fertilidad irregular, como aquellas que tienen problemas hormonales u ovarios poliquísticos y pueden estar meses sin ovular, de forma que si no están especialmente atentas, esta ovulación se producirá cuando menos lo esperen, y puede ser en un momento poco conveniente para ellas, si se relajan confiando en su supuesta infertilidad.

   Igual ocurre cuando las mujeres están llegando al final de su vida fértil, que puede que tras meses sin regla, con fluctuaciones hormonales bestiales, de repente se deje caer un ovulín.


 "¡Manolo, no te lo vas a creer!"
"¿Pero tú te has puesto las gafas de cerca?"
"¡Que sí, leches!"

   Así que sí amigos y amigas, las mujeres podemos quedarnos embarazadas cuando creemos que es imposible que ocurra, lo que para algunas puede ser un milagro y un feliz acontecimiento, y para otras una terrible noticia, así que, reiterando, no está de más tener un conocimiento lo más profundo posible del funcionamiento de nuestro cuerpo y de nuestra fertilidad, para evitar sorpresas.