martes, 13 de octubre de 2015

No es mi cultura, no es mi religión, es mi instinto

   Hoy en día da la sensación de que a muchas personas les choca un estilo de crianza natural. Tanto que a algunos les debe parecer que pertenezco a una especie de secta radical, sólo porque hago algunas cosas con respecto a la crianza de mi peque que no son las que ellos han practicado o las que llevan toda la vida pensando que es lo correcto hacer.

   Me han llegado a decir que mi peque me va a terminar pegando porque duerme conmigo y toma el pecho a sus casi 4 años (logic not found...).

   Una amiga mía también ha escogido este estilo de crianza, y tiene verdaderos conflictos con su madre, que se ha llegado a acercar a mí como si yo fuera la responsable de la “captación” de su hija a decirme que no teníamos que ser tan extremistas, que los extremos no son buenos, y que no hacía falta ser tan “moderna” para todo.

   Ella se refirió a mi como grupo, y nos llamó “modernos”, para empezar como si fueran cosas que nos hubiéramos inventado ahora, y resulta que es algo mucho más tradicional que el estilo de crianza que ella practicó con sus hijos, y como si siguiéramos rígida y ciégamente algún tipo de biblia o manuscrito, y lo lleváramos hasta sus últimas consecuencias.

   Es curioso, porque los métodos de crianza más “vanguardistas” y realmente modernos (que ahora parece que todo el mundo cree que se ha hecho así toda la vida, cuando no es así), que son los conductistas, sí que se basan en seguir fielmente un libro que te promete “enseñar” a tu peque a dormir, contraviniendo todas las señales que te manda tu cuerpo para decirte que dejar que tu bebé llore hasta el agotamiento no está bien.

   Pues no, señora, no sigo ningún manual (aunque he leído muchísimos y de muchas corrientes distintas), ni practico a pies juntillas las enseñanzas o predicaciones de nadie. No sigo ninguna especie de cultura porque es lo moderno o lo que se lleva ahora, ni porque sea lo que los médicos dicen ahora que es bueno (que cada día es una cosa distinta), sólo sigo a mi instinto, hago lo que mi corazón y mi cuerpo me dicen que está bien, combinando lo que he aprendido acerca de las últimas evidencias científicas con aquello que mi peque me ha ido enseñando.



 
   Por supuesto que he cometido errores, como todo el mundo dicho sea de paso, y no me creo libre de seguirlos cometiendo, pero creo que en eso se basa la crianza, en ir probando lo que nos funciona en nuestro caso particular y nos hace sentir bien, aquello que se ajusta a las circunstancias personales de cada familia, lo que viene siendo ensayo-error.

   Si le di el pecho a mi peque no fue por llevarle la contraria a todos los que dan a sus bebés biberón, y si en algún momento le hubiera tenido que dar leche artificial por la razón que fuera se la hubiera dado. Es más, si hubiera tenido alguna complicación, o me hubiese generado demasiado estrés, por cualquier razón, o simplemente no me hubiera dado la gana, no le habría dado el pecho, pero todo lo demás lo habría hecho igual.

   No temo que me vengan a quitar el “carné” de crianza con apego si algún día prefiero dormir con mi marido, pero sólo si así estamos todos más a gusto.

   No he usado pañales de tela por hacerme la modernilla, sino porque pensaba que eran mejor para la piel de mi bebé, más económicos y ecológicos y para mí fueron razones suficientes para lanzarme a probarlos.

   Parece que porque no pego a mi peque automáticamente soy una malcriadora, o una hippie, o una antivacunas, o una especie de anarquista, que no le pongo límites, o que dejo que haga lo que le de la gana. Y no digo que ninguno de estos términos esté relacionado, ni siquiera que tengan que ser peyorativos, son algunas personas las que me dan la sensación de que los asocian. Respeto profundamente lo que cada uno decida con respecto a la crianza de sus hijos, porque es un derecho de cada padre decidir lo que cree que es mejor, pero personalmente no soporto que me cuelguen etiquetas.

   Si algún día tengo otro bebé, probablemente probaré con más ahínco el baby led weaning, no porque a mi peque le haya ido mal con las papillas, sino porque creo que es una forma más natural de introducir alimentos sólidos, pero si alguna vez me conviene o me da la real gana le daré un puré y no me sentiré una hereje por ello. A mi peque, con las papillas le entremetía bastantes sólidos, y desde bien pronto. Los mismos que me criticaban por no cortarle los alimentos en trozos minúsculos, sino dejárselos lo suficientemente grandes para que pudiera agarrarlos, chuparlos y partirlos con sus propios dientes (además, mi Gansi lo prefería así), luego se asombraron de lo bien que comía sólidos y lo poco que le gustaban los purés.




   Porque esto no es un “todo o nada”, si quiero darle chupete se lo daré y si no pues no, si quiero y me conviene le pondré pañales de tela o desechables, si me parece oportuno usaré un portabebés o desempolvaré el carrito, o usaré cada cosa para según qué ocasión, si me da la gana dormiremos todos juntos o cada uno en su cama, y no le dejaré llorar (en este asunto no hay discusión para mí) pero no porque me lo diga nadie, ni porque venga escrito en ningún libro, ni porque sea lo que se lleva ahora, sino porque mis conocimientos y mi instinto me dicen que es lo que debo hacer.

   El hecho de que haga las cosas de forma “diferente” en la crianza de mi peque no quiere decir necesariamente que me esté equivocando, simplemente es diferente, ni mejor ni peor, es lo que yo creo que es lo correcto. Lo mismo que todo padre y madre tiene derecho a hacer, aquello que según sus conocimientos y experiencia cree que es lo mejor para sus hijos. Por eso, porque creemos que hacemos lo mejor, cuando vemos a alguien que hace algo diferente pensamos que se está equivocando, pero no tiene por qué ser así, los errados podemos ser nosotros o sencillamente ninguno, porque diferente no tiene porque ser erróneo. Lo importante es saber combinar nuestros conocimientos y experiencia con los dictados de nuestro corazón.

jueves, 1 de octubre de 2015

Lo que aprendí de la ropa premamá

   La ropa premamá suele ser cara, y aunque algunas prendas de según qué tiendas no están muy conseguidas, por lo general la moda ha ido avanzando y se puede encontrar gran variedad de prendas realmente resultonas que mucho distan de aquellos ropajes de nuestras madres y abuelas, que las hacían parecer mesas de camilla.


 En esto pienso cuando veo la ropa premamá antigua... 


   Y es que hace unos años no se lucía el tipito de embarazada como se hace hoy en día, y ni siquiera estaba bien visto ponerse bikini, la única opción eran esos bañadores que llevaban por encima una especie de faldón.

   Tanto ha cambiado la moda, que ahora es posible pasarse todo el embarazo sin comprar una sola prenda premamá, con el consecuente ahorro. “¿Cómo es posible? ¿Me puedo evitar el gasto en ropa premamá?” Pues te puedes evitar gran parte del gasto, sí, te cuento cómo...
  • Chándal, ese gran aliado. También sirven las mallas, siempre que la cinturilla de bien de sí. Irás cómoda, pero puede que de vez en cuando te apetezca arreglarte un poco más.

  • Un par de pantalones vaqueros premamá, yo es que no puedo vivir sin mis vaqueros, aunque no son imprescindibles ya que sólo con las mallas te puedes hacer unos looks muy apañados. No es necesario que tus leggins sean premamá, aunque a veces éstos son más cómodos, sobre todo si eres de las que te gusta llevar la barriquita bien sujeta.


     

  • Si tienes que comprar alguna prenda premamá (como los vaqueros), existen secciones de premamá en tiendas bastante económicas como H&M, C&A o Primark.

  • Saca partido a prendas que ya tienes, mientras estés cómoda con ellas, como camisetas largas o anchas, bermudas, vestidos anchos y de corte alto. También quedan muy monos los vestidos holgados con un cinturón por debajo de la barriga.

  • Si le echas imaginación, quizá puedas sacar partido de la ropa de tu pareja. Por ejemplo, sudaderas, chalecos de cremallera o camisas desabrochadas.

  • Pide y da prestado. A no ser que el buen señor no pare de mandarte retoños, lo más probable es que te sobren dedos en una mano para contar las veces que estarás embarazada, así que las prendas específicas premamá las vas a usar sólo unos meses. Por eso, no temas pedir a tus amigas o familiares su ropa premamá que ya no usan y probablemente tengan cogiendo polvo en una caja. Por supuesto, haz lo mismo cuando ya no la necesites, seguro que conoces a alguna embarazada a la que le va a venir genial tu aportación.

  • Alarga el uso de tus vaqueros de siempre atándolos con una goma. ¿Sabías que venden adaptadores de ropa para premamás? Son bandas de goma que se colocan en los pantalones emulando la cinturilla elástica de la ropa premamá.

     



  • Si tu tripota hace acto de presencia durante los meses más cálidos, piensa que una ventaja es no tenerte que comprar un abrigo premamá (no, el tuyo no te va a cerrar, lo siento).

   Y de momento esto es todo lo que se me ocurre. Si tienes una aportación, déjamela y estaré encantada de ampliar la lista.

   De mi experiencia puedo añadir que estos mismos trucos te servirán durante el tiempo que tarde tu cuerpo en recuperarse tras el parto.

   Aunque no puedo pasar sin señalar el contrapunto, y es que una vez que recuperes tu físico (o lo más parecido a lo que solía ser), es posible que tengas que ir de compras, ya que, al haber estado usando tu ropa de siempre durante el embarazo, puede que algunas prendas no vuelvan a ser las que eran. La cinturilla de los leggins podría dar de sí, tus vaqueros haber ensanchado (ten en cuenta que no sólo es la barriga lo que crece durante el embarazo), e incluso la ropa interior que antes (con la retención de líquidos, y en mi caso el superpandero) incluso se te clavava, ahora se te caiga...

   Pero por increíble que parezca, aún así se compensa el gasto (¡de verdad!), a no ser que frecuentes tiendas de ropa aún más caras que la propia ropa premamá, que ya es decir, en cuyo caso significa que tu situación económica te permite no tenerte que preocupar por reducir el gasto en caso de embarazo (¡enhorabuena!).

   Desde luego no te recomiendo que uses durante el embarazo prendas a las que les tengas especial cariño, que puedan deteriorarse por su uso en este estado.

   Como anécdota, contaré que tuve que asistir a una boda y me compré un vestido que me quedaba bien sin ser de premamá y costaba mucho menos (¡acierto!), pensando que podría usarlo y me quedaría igual de bien una vez que ya no estuviera embarazada (¡error!)... por supuesto igual no queda... aunque con unos pequeños arreglillos se podría aprovechar.