viernes, 3 de abril de 2015

Reflexiones sobre cuentos infantiles



   Con mi Gansi he leído muchos, pero que muchos cuentos, y me he dado cuenta de que las actuales historias para niños han cambiado con respecto a hace años. Los cuentos que se crean hoy en día ya no son como antes, incluso los cuentos de siempre han experimentado reformas.

   Esto último habrá a quien no le parezca bien, y defienda los clásicos como algo inamovible, pero mira tú que yo sí lo veo. La finalidad de los cuentos infantiles es entretener y transmitir unos valores, y en algunos casos aleccionar con una moraleja, más o menos metafórica y más o menos difícil de comprender a ciertas edades. Si los tiempos cambian, es lógico que los cuentos cambien también.

   Si antiguamente los cuentos buscaban que los niños no se adentraran solos en el bosque porque literalmente se los comía el lobo, con el tiempo el “lobo” empezó a ser una metáfora de cosas con las que tener cuidado o de personas de las que desconfiar.

   Igualmente, las fábulas no siempre han sido para niños, si no, fijémonos en la historia original de la sirenita, en la que el príncipe se casa con otra y ella se disuelve en espuma, o la bella durmiente, que es violada por el príncipe mientras duerme y la deja embarazada de gemelos.

   Los cuentos antes eran más gore. Cuando se contaba el cuento de los 3 cerditos, el lobo terminaba gritando de dolor mientras era hervido dentro de la olla que había al fuego, y en las versiones que he leído recientemente, como mucho se quema el culete con las brasas y sale corriendo. ¿Quién contaría hoy en día a sus hijos el cuento de la cenicienta diciéndoles que las hermanastras se rebanan los talones para que les quepa el zapatito?

   ¿Quiere decir que edulcoramos en exceso los cuentos para sobreproteger a nuestros hijos? Yo personalmente no lo veo así. Creo que todo depende de la finalidad que se persiga, y de la edad a que vayan dirigidos. El objetivo es que los niños entiendan la importancia del trabajo bien hecho, y que a los cerditos vagos estuvo a punto de comérselos el lobo, realmente lo que le pase al lobo al final no es tan relevante, no hace falta que tenga una muerte agónica.

   También se reivindica mucho el cambio en los cuentos de princesas que se quedan esperando a que las salve un apuesto príncipe con el que finalmente se casan, o aquellos en los que la princesa es el trofeo con el que el rey premia al héroe. Y probablemente estas versiones sean históricamente más acertadas, ya que el rol de la mujer en tiempos como los de la edad media o hace un par de siglos era más parecido a éste. Hoy en día el papel de la mujer en la sociedad ha cambiado, y esos nuevos valores son los que queremos transmitir, sobre todo a las niñas, a través de las historias. Lo cual no quiere decir que las niñas no puedan jugar a ser princesas o lo que ellas quieran, sólo que ese juego no tiene por qué limitarse a estar monas y ser dulces y hacendosas.




   Porque de los cuentos se aprende, al final su mensaje cala. Lo único es que a veces es complicado interpertarlo y sólo se empieza a hacer con cierta edad. Por eso a medida que uno va creciendo va interpretando las historias de otra forma, y se va fijando en detalles en los que antes no se fijaba. La inocencia de los niños no da tanta importancia a cosas que luego de mayores nos parecen hasta graves.

   Cuando yo veía la Bella y la Bestia me parecía una historia preciosa: la belleza está en el corazón... ¡menos si eres mujer! Entonces tienes que ser la más guapa del pueblo, pero al menos te gusta leer, así que no eres sólo una cara bonita, aunque muy espabilada tampoco porque te quedas a vivir con el monstruo que ha secuestrado a tu padre, pero bueno, en el fondo es majo.

   Es por estas cosas por las que me gusta mucho más la película de Shrek, aunque también tiene sus fallos, y es que si nos ponemos a analizar con lupa todos los cuentos y dibujos animados, especialmente los de Disney, no se salva ni uno, pero por lo menos algunos no son tan descarados y, me atrevería a decir, subliminalmente peligrosos, en lo que a valores respecta, para el público infantil. A mi peque, por ejemplo, le encanta la película de Brave, en la que la protagonista no es la típica princesa y ni siquiera hay príncipe o romance, y Frozen tampoco estaría mal si no nos la metieran hasta en la sopa.

   Otro cuento que nunca he entendido, y si alguien lo entiende, por favor que me lo explique, es el del patito feo. Resulta que está bien que todos le hagan bulling al patito porque es feo, y luego cuando crece y ven que es guapo entonces se disculpan. Ah, perdón, si llego a saber que no es que fueras feo, sino que eras un cisne no me hubiera metido contigo. Ahora, los patitos feos que crecen y siguen siendo feos, con esos sí nos podemos meter. ¿Y eso qué les enseña a nuestros hijos? “No te preocupes cariño, si hoy se meten contigo en el futuro serás un triunfador, sólo tienes que aguantar el tirón”. Pues no señores, meterse con los demás no está bien, ni dejar que se metan contigo con la esperanza de que algún día triunfes y los puedas mirar a todos por encima del hombro.

   Por estas cosas estoy a favor de que adapten los clásicos. Que la princesa se enfrente al dragón, que los protagonistas no caigan fulminados de amor nada más verse y vayan corriendo a casarse, que no hay por qué matar a la bruja, que en este país no se practica la pena de muerte, y que lo que una mujer necesita para ser feliz no es casarse.

   Y para echarnos unas risas, aquí dejo un par de “trailers honestos” de clásicos Disney.





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