domingo, 25 de enero de 2015

La frase: pues no tengas hijos

   Hay quien debe pensar que desde el mismo instante en que te conviertes en madre pierdes todo derecho a emitir la más mínima queja. Porque tú sabrás EXACTAMENTE dónde te has metido y TODO a lo que has renunciado.

   Si protestas porque ves que te es difícil compatibilizar tu maternidad con tu vida laboral, o sientes que los escasos 4 meses de baja laboral que te dan se quedan increíblemente cortos y te duele el corazón sólo pensar en tener que dejar a tu peque en la guardería tan pronto, “aaaaaah, pues no haberlo tenido”. ¡Claro que no! La solución no es tratar de cambiar las cosas para que las madres no tengan que elegir entre sus hijos y su carrera profesional, nooooo, la solución es no tener hijos.

   Y es que desde que te vuelves madre ya no te puedes quejar por nada, las madres no se quejan, las madres son abnegadas y deben vivir de forma que todo el mundo la verlas exclame “no puede ser, me pregunto cómo llegará a todo” y todo ello sin chistar.

   Como si la llegada de tu bebé te convirtiera en biónica, una autómata que ya ni siente ni padece, que no tiene necesidades vitales ni sentimientos (salvo amor incondicional por su retoño), porque todo ello lo debe anteponer a su criatura.

   Muchas veces nuestras “quejas” son llamadas de atención, gritos de socorro, peticiones de ayuda indirectas porque nos sentimos incapaces de pedirla directamente, y en lugar de esa ayuda lo que recibimos son críticas y frases como “aaaah, pues no tengas hijos”.

  ¡Exacto! Si protestas lo más mínimo, aunque sea para desahogarte, es que no estás preparada para ser madre, porque las madres no se quejan, las madres se despiertan la veces que haga falta por la noche y por la mañana están de buen humor.

  Y ay de ti si se te ocurre rememorar aquella época en la que no tenías hijos, o compararte con parejas de amigos o conocidos que no los tienen. ¡Noooo! ¡En ningún momento debes echar de menos aspecto alguno de tu anterior vida o utilizar a tus hijos como excusa por las cosas que ya no puedes hacer!

   ¿Que ser madre agota? ¡Te aguantas o no tengas hijos!

   El origen de esta reflexión que despierta un tanto mi ira, proviene de un vídeo que hace tiempo publicó una vlogger que me encanta, en el que, como hace en muchos de sus vídeos, retrata con humor algunos de los aspectos más agotadores y desquiciantes de la maternidad, en esta ocasión en forma de carta a sus amigos sin hijos, con frases como “perdona si no te he contestado antes tu mensaje del móvil, pero en los 10 segundos que me lleva hacer eso mi hija ha sacado un paquete de queso rallado del frigo y lo ha esparcido por el suelo de la cocina”.
 
   Cuando este vídeo fue publicado más allá del canal para madres donde fue subido, algunos de los comentarios que recibió fueron del tipo “menuda quejica”, “pues que no tenga hijos”.

   El vídeo en cuestión es éste:



   
   Juzguen ustedes a la quejica, y vean si en algún momento emite señal alguna de no adorar con toda su alma a sus hijos a pesar de lo agotador que es criarlos, o si cambiaría por un sólo segundo algunas de esas cosas a las que es consciente que está renunciando, por no haber tenido a sus peques.

   Porque si decides tener hijos, no te quejes, ni de broma (o al menos, que no lo parezca), no señales ni en tono de humor todas esas cosas que ya no haces, no vaya a ser que alguien piense que las echas tanto de menos que te arrepientes de haber tenido hijos.

   Pues yo amo a mi peque, no cambiaría ser madre por nada del mundo, y a veces me quejo, sí. A veces me siento desbordada, perdida, insegura y necesito desahogarme, estallar, sentirme apoyada y comprendida, compartir con otras madres las dificultades que tiene la maternidad real, no la que a veces nos quieren pintar. Hablando de esto último, aquí va un plus, en realidad es un anuncio, pero en parte refleja la diferencia entre la maternidad “idealizada” y la que una se encuentra.




   Que el instinto maternal hay cosas para las que no llega, que mi peque vino sin manual de instrucciones (y mira que se lo buscamos). Quien diga que ser padres es fácil no tiene ni idea. Ser mamá es extremadamente gratificante (al menos lo es para mí) pero también es increíblemente duro, y si todas estas dificultades se las toma una con humor, se hacen mucho más llevaderas.



domingo, 18 de enero de 2015

Productividad de madre

   Todos tenemos días en los que, a pesar de que no hemos parado, sentimos que no hemos hecho nada. Decimos: “¿Cómo es posible? ¡No me ha dado tiempo ni a la mitad de lo que tenía programado!” Pues, por lo menos en mi caso, desde que fui madre, esta sensación se repite cada día.

   Con mi peque es inútil tratar de programar un día, mejor dejar que todo vaya surgiendo de forma espontánea, porque no se sabe cómo de demandante estará mi Gansi ese día.

   Mi peque fue un bebé muy demandante, yo no podía hacer absolutamente nada que no fuera estar sentada o tumbada con mi Gansi al pecho o paseando por el salón canturreando e intentando aliviar sus cólicos. Si es que caía en el sueño, era un rato demasiado corto como para aprovecharlo, podían ser sólo5 minutos o tal vez, con suerte, una hora entera, y lo que menos me apetecía era ponerme a recoger o limpiar, estaba tan exhausta que sólo quería descansar yo también.

   Y cuando digo que no podía hacer nada, es nada en absoluto. Ni ir al baño, ni ducharme, ni comer ciertas comidas que implicaran manipular con ambas manos o caldos calientes con los que pudiera quemar al bebé que tenía en el regazo de forma perenne.




 
   Así que veía cómo se me iba acumulando la roña en casa, las lavadoras, el polvo, y los menús para nada eran elaborados. Y me daba vergüenza pedir ayuda, pensaba que era mi deber cargar con la responsabilidad de la casa y de mi bebé, incluso me avergonzaba y me incomodaba recibir visitas, temía que me juzgaran, que me dijeran que la culpa era mía, que no me sabía organizar, que no lo estaba haciendo bien como madre o que no pasaba nada si dejaba llorar a mi peque “un poquito”.

   Me sentía un fracaso. Hasta ahora, en las visitas a recién nacidos que había hecho ni siquiera me había planteado la posibilidad de que la madre viera apenas mermado su tiempo, que un bebé pudiera ser obstáculo alguno para seguir con el mismo ritmo de vida de antes de tenerlo. Siempre me habían recibido en casas impolutas, e incluso me habían ofrecido quedarme a tomar algo, y por lo general no tenía ocasión de ver despierto al bebé en todo el tiempo de la visita.

   Así que me había hecho un idea de cómo sería mi peque que no correspondió en absoluto a como finalmente fue, y yo no sabía a quien culpar, si mi peque por ser “diferente a los demás” o a mí por no saber ser una madre “como las demás”.

   Y conforme fue creciendo mi Gansi fue ganando independencia, pero a mi, por más que intentara organizarme, pero no me daba tiempo a nada. De hecho, a medida que fue creciendo, fue aumentando de forma exponencial su capacidad de desordenar y ensuciar, por más que tratara de darle ejemplo, decirle que después de jugar se recoge, recoger todos juntos y cantar hasta la saciedad la cancioncilla de “a recoger, a guardar”.

   Y de mi experiencia he podido recopilar una serie de tips para ayudar a otras mamás “aumentar” su productividad. Ahí va mi decálogo:
  1. No esperes poder llevar el mismo ritmo de antes de tener a tu bebé. Recuerda que ahora tu peque es lo primero y no te necesita más de 24 horas porque no tiene más el día.
  2. Abraza el minimalismo en tu hogar. A más chismes y adornos de por medio, más tiempo tendrás que perder limpiándolos.
  3. Si tu peque quiere brazos a todas horas, tienes dos opciones: o lo dejas llorando hasta que se desgañite, o te lo cuelgas de un portabebés. No podrás ir al mismo ritmo y tendrás que hacer las tareas con cuidado, pero al menos podrás pasar una escoba o un plumero.
  4. No tengas miedo ni vergüenza de delegar tareas. Repítete este mantra: “no tengo la obligación de hacerlo todo yo” “ya tengo trabajo bastante”.
  5. Aprende a convivir con un poco de desorden en tu vida. Recuerda que los chismes los puedes ordenar y limpiar en otro momento, pero tu peque crecerá y el tiempo no volverá, no lo puedes poner “en pausa” mientras limpias, y te necesita ahora.
  6. Planifícate lo máximo posible (dentro de lo que una madre se puede planificar). Usa agendas, planea menús, incluso qué ropa te pondrás y se pondrá tu peque durante la semana.
  7. Saca partido de tus habilidades “multitask” haciendo varias tareas a la vez (a mí ya sólo me falta pasarle un paño al lavabo mientras hago de vientre).
  8. Aprovecha todos esos micro tiempos muertos en los que, de todas formas, no ibas a tener tiempo de descansar. Te sorprendería la cantidad de tareas que se tarda sólo 2 minutos en hacer.
  9. Trata de sacar tiempo como sea para tí, al menos para tu descanso. Cansada aún se rinde menos.
  10. Y paciencia, paciencia y paciencia.
   Todo esto no son fórmulas mágicas, ojalá lo fueran. Ojalá alguien viniera y me dijera el secreto de todas esas madres que parecen llegar a todo.

   Es más, reconozco que aunque conozco en teoría lo que debiera de hacer para poder abarcar todo lo que me gustaría, ni siquiera soy capaz de llevarlo todo a la práctica, así que no te sientas mal si tú tampoco puedes, es de lo más normal.

   En mi caso no sé dónde está el fallo, si es que me organizo mal o debería seguir más fielmente mi propio decálogo. Lo que sé es que me acuesto todos los días a las 2 de la mañana y me levanto a las 7, y durante el día no paro de correr de un lado para otro, que parezco Usain Bolt, y aún así mi casa siempre parece un campo de batalla...


 "¡Que está lluviendo! ¡La ropaaaaaaaaa!"

domingo, 11 de enero de 2015

Lo que aprendí sobre lactancia y fertilidad

   “Dar el pecho no afecta a la fertilidad”. Pues no es del todo cierto. “Ah, bueno, pues... mientras das el pecho no te puedes quedar embarazada”. Emmm... tampoco es así.

   Por lo general, las mujeres que no dan el pecho ven como les vuelve la regla al mes o dos meses después de la cuarentena. El cuerpo interpreta que no tienen bebé y se prepara para recibir una nueva vida.

   Por otra parte, a las mujeres que amamantan a sus bebés, les vuelve la regla más tarde, pudiendo tardar desde algunos meses más, hasta años en regresar. Por supuesto hay excepciones, hay mujeres a las que, aunque den el pecho a demanda y de forma muy frecuente, les vuelve la regla a los 4 meses postparto, o incluso antes, aunque esto no es lo habitual.

   “¿Pero te puedes quedar embarazada dando el pecho, si o no?” Pues depende...

   Lo habitual es que, practicando lactancia materna exclusiva y a demanda, ésta se pueda utilizar como método anticoceptivo bastante fiable durante los 6 primeros meses de vida del bebé, siempre y cuando aún no haya vuelto la regla. Éste es el llamado MÉTODO MELA.

   “¿Y entonces no te puedes quedar embarazada sin regla?”. Pues resulta que no (¡ojo cuidao! ¡que hay excepciones!). Si aún no te ha vuelto la regla, aunque haya pasado más de un año desde que diste a luz, y estás pensando en volver a quedarte embarazada, tendrás que esperar hasta que te vuelva, porque sin regla no se ovula. "¿Me estás diciendo que en todo este tiempo desde que di a luz no he ovulado ni  una vez?". Ya te digo. Se puede tener la regla y no ovular, pero no al revés, porque el óvulo, una vez que se expulsa, desencadena irremediablemente una serie de señales que hacen al cuerpo poner en marcha el mecanismo que dará lugar a la regla. Puede haber otras señales que hagan que se desencadene la menstruación, no sólo el ovular, pero el ovular hará que tengamos la regla siempre.

   Esto puede llegar a ser muy frustrante para las mujeres, porque normalmente cuando tomamos la decisión de ampliar la familia es porque nos queremos poner a ello ya, porque hemos planeado que los hermanitos se lleven poco tiempo, o porque incluso tenemos una fecha predilecta para dar a luz, por la razón que sea, y es un palo tener que esperar meses o incluso años, para algo que queríamos ya.

   Pero hasta que nuestro cuerpo no se active, no hay nada que hacer. Y debemos confiar en nuestro cuerpo porque, más allá de nuestros planes y expectativas, es sabio y percibe que nuestro peque nos necesita tanto que sería incompatible para nosotras atener a otro a la misma vez.

  Aunque por supuesto, como decía antes, a esto también hay excepciones. Te puedes quedar embarazada sin haber tenido aún tu primera regla postparto si pillas ese primer ovulín que iba a desencadenar lo que sería esa primera regla. Esto es muy infrecuente, aunque ocurre, pero lo habitual es que las primeras reglas sean además anovulatorias, y que una vez que se ovule tampoco te puedas quedar embarazada.

   “¿Cómooooooo? Pero después de esperar a que vuelva la regla, ahora por fin se ovula y tampoco te quedas? ¿Qué broma es esa?”

   Pues sí, lo que para una mujer que no busca un embarazo puede suponer aún más tiempo sin tener que preocuparse por usar anticonceptivos, para una mujer que lo está buscando puede ser una espera sin fin, pero hay una condición importante, aparte de ovular, para que el embarazo se produzca, y es la fase lútea. Ésta es la fase que va desde el momento de la ovulación hasta la regla, y si es demasiado corta (cosa frecuente en las mujeres que dan el pecho), es decir, si pasan menos de 10 días desde que ovulas hasta que te viene la regla (ten en cuenta que la fase lútea normal de un ciclo de 28 días dura 14), tampoco te puedes quedar embarazada.

   Muchos médicos, poco informados, recomendarán a la mujer que desea tener otro hijo que deje de amamantar al primero, diciéndole que hasta que no deje el pecho no se podrá quedar embarazada, y esto es incierto, puesto que hay muchísimos casos en los que las mujeres tienen otro bebé al que amamantan “en tándem” con el primero.


 Imagen de Pinterest

   “¿Y cómo sé yo que ya soy fértil? ¿Cómo sé que es seguro no usar anticonceptivos o que ya puedo ir a por el hermanito?” Pues hay que estar atenta a una serie de señales. Si ya nos ha venido la primera regla, tenemos que comprobar que ovulamos (el método sintotérmico es muy útil para ello), y medir el tiempo que pasa entre esa ovulación y la regla. Si no deseamos embarazo, simplemente tendremos que evitar tener relaciones sexuales en los días potencialmente fértiles, por si acaso, igual que si ya supiéramos que nuestros ciclos son compatibles con la concepción, y si lo deseamos, darle tiempo al cuerpo para reactivarse.

   Si aún no tenemos la regla, hay que estar atenta a señales como molestias en el vientre y cambios en el patrón del flujo. Si de repente notamos un flujo líquido que precede a uno elástico tipo clara de huevo, podría ser la señal de que vamos a ovular y que podríamos quedarnos embarazadas de nuevo sin llegar a ver una regla.

   Y todo esto depende, como siempre, de la mujer. Hay quienes tienen esa primera ovulación antes de la primera regla postparto y su fase lútea ya es normal, hay quienes desde la primera regla sus ciclos ya son normales, y hay quienes, después de esperar años a que les vuelva la regla, tienen los primeros ciclos muy largos (de hasta 60 días o más) y anovulatorios, y poco a poco se van regulando en longitud y en fase lútea. Hay de todo, te puede tocar cualquier cosa.

   “Bueno, imaginemos que quiero ampliar la familia, independientemente de lo que diga mi cuerpo. ¿Hay alguna manera de acelerar el proceso?”. Pues la primera forma que se le viene a una a la mente es el destete, pero sólo si éste es muy radical puede ser que empecemos a activarnos antes de tiempo. Si deseamos continuar amamantando a nuestro peque, poco hay que podamos hacer aparte de tener infinita paciencia y esperar. A algunas mujeres les funciona tomar progesterona durante unos días porque supuestamente al dejar de tomarla se promueve de alguna manera que aparezca la menstruación. No siempre sucede, y aunque surta efecto no quiere decir que esas reglas vayan a ser regulares y ovulatorias.

   Otra cosa que sí que parece que ayuda es la acupuntura. Yo no lo he probado, así que no puedo hablar desde mi experiencia, pero por testimonios de otras mujeres me ha parecido ver que en muchos casos funciona.


 Embarazadad dando el pecho... ¡claro que se puede!

   Y espero que todo esto resulte útil, puesto que he podido comprobar que no hay demasiada información al respecto en Internet, y los médicos tampoco están muy formados en cuanto a lo que le ocurre al cuerpo de la mujer en casos de lactancia prolongada. Y una se puede volver loca, pensando que algo va mal porque ha pasado muchísimo tiempo desde el parto y aún no tienen la regla (aunque un chequeito médico de vez en cuando nunca viene mal), o desesperarse si está buscando quedarse embarazada y no se explica por qué ese embarazo no llega.

domingo, 4 de enero de 2015

Diario de embarazo, el desenlace (parte 2)

   Cuando me reanimaron, volvieron a comprobarlo y me lo dijeron: “no hay latido”. Lo había visto en el monitor, era como mi Gansi cuando me hice la ecografía de las 9 semanas, sólo que mi Gansi se movía. Tengo que decir que el personal que me atendió es excelente, y en estos casos se agradece la delicadeza, en lugar de aquellas brujas que me tocó soportar cuando pasó lo de mi primer huevito, que quizá estaban ya al final de su turno, hartas de todo, y me tocó a mí comerme sus malos humos (hasta al psicólogo me llegaron a decir que me fuera, y me recetaron una medicina sin explicarme lo que me haría ni los efectos que tendría). Pero ahora el trato fue impecablemente profesional.

   Me hablaron de programarme un legrado para el siguiente lunes (era sábado), pero yo dije que prefería esperar a que todo pasara en casa. Respetaron mi decisión, aunque me dieron otra cita para legrado más adelante, por si acaso.

   Me sacaron sangre, por lo visto, porque yo no me enteré, creo que podrían haberme cortado el brazo y tampoco me hubiera enterado.

   Y ahí terminó todo, ahí se fue toda la ilusión. ¿De verdad era cierto aquel mal presentimiento que me venía acompañando desde hacía semanas? ¿Sólo estaba siendo pesimista o en realidad había algo dentro de mí que me estaba diciendo que aquello no iba a acabar bien?

   No se si tuvo relación o fue casualidad, pero aquella misma tarde caí enferma. Tenía mareos, nauseas y mucha debilidad. La sangre iba en aumento, y yo sabía que se acercaba lo peor, y que no faltaba mucho.

   Recibí muchas críticas por no querer hacerme legrado, pero creo que es una decisión personal y que merecía respeto más allá de un “tú sabrás”. Al fin y al cabo, un legrado es una intervención quirúrgica, con sus riesgos, y sus posibles efectos adversos, y no se debería hacer tan rutinariamente como se hace. Normalmente, a la mujer ni siquiera se le menciona la posibilidad del “manejo expectante”, e incluso a veces se les mete miedo, diciéndole que psicológicamente va a ser más duro y que de todas formas pueden quedar restos y al final van a tener que legrarlas.

   Y duro es, tanto de una manera como de otra, y dolor se pasa, pero es cierto que hay que armarse de mucha fuerza para manejarlo sola en casa.

   Si el sábado empecé a sangrar, el mismo lunes siguiente expulsé el feto. Estaba durmiendo la siesta con mi Gansi cuando sentí unos pinchazos y unas sensaciones muy desagradables, fui al baño y allí pasó todo. Necesité un pequeño empujoncito para que saliera, y ahí estaba, inconfundible, no era un coágulo más, era el saquito con su placenta, más grande que una nuez.

   Casi me da algo cuando me dijeron que lo tirara a la basura... ¡era incapaz de hacer eso! Me hubiera gustado enterrarlo, pero el Ganso temía que no pudiéramos enterrarlo con suficiente profundidad y el olor pudiera atraer animales. Decidimos quemarlo y enterrar las cenizas, en un ritual íntimo de despedida. En realidad mi cabeza en esos momentos no funcionaba, no daba para más. Más adelante, cuando ya todo fue pasando, empecé a reaccionar y se me ocurrió otra cosa que podría haber hecho, y que ya sólo puedo dejar como sugerencia por si alguien tiene la desgracia de pasar por algo parecido y no sabe qué hacer en esa situación. Me pareció que hubiera sido bonito meterlo en una maceta y plantar una semilla.

   Le dije a mi Gansi que mamá estaba triste porque ya no tenía bebé en la barriguita, pero que si algún día tenía otro que ya le avisaría. La verdad es que mi peque se lo tomó fenomenal, creo que aún no era lo suficientemente mayor como para ser consciente de todo lo que estaba pasando, así que lo único que me dijo fue: “¿no tienes bebé? ¡Pues ya te va a salir la caca!”. Eso es positividad. Su inocencia la única cosa que había podido asociar con el bebe de la barriguita de mamá era el estreñimiento que me estaba causando.

   Y después de casi una semana de sangrado, dolor y entuerto, todo terminó por fin (aunque seguí manchando una semana más) y volví al médico, para que me revisaran, y para anular todas las citas que tenía ya asignadas. ¡No había restos! ¡No tenían que hacerme nada! Para mí era una noticia fabulosa, porque después de lo pasado, mi consuelo era librarme del legrado, y así fue.

   Por un lado, me sentí decepcionada con mi cuerpo, por no haber sido capaz de albergar una vida, pero por otro estaba orgullosa de que hubiera sabido responder por sí mismo tan bien.

   También fue duro que todo pasara en navidad. Fue horrible pasar la noche de nochebuena entre entuertos y querer venirme arriba por mi peque, porque me necesitaba, y yo tenía que estar bien. Y una parte de mí quería estar bien, pero otra necesitaba llorar y soltarlo todo para poder pasar página.

   Porque aunque desde el primer día una sabe que algo puede ir mal, incluso aunque tu intuición te esté diciendo que algo no va bien, nunca estás preparada, porque siempre hay una parte de ti que se aferra con fuerza a esa ilusión, y conforme van pasando los días, más aún.

   Los que ya lo sabían me preguntaban cómo estaba (¿cómo iba a estar?), me decían que soy joven, que ya tendría más hijos, como si eso me fuera a consolar de alguna manera. Muy pocos me dieron un abrazo y me dijeron “lo siento”.

   Aún a fecha de hoy sigo frenando felicitaciones, pero no me arrepiento de haber dado la noticia de mi embarazo, en realidad me hubiera gustado decírselo a más gente, porque para quien no lo sabía, aquello nunca había pasado, y sí que había pasado, yo no me lo inventé, estuve embarazada, vi y sentí crecer a mi bebé dentro de mí, le vi latir, y lo vi salir de mí.

   Y no, no me consuela que fuera “pronto”, ni que me cuenten casos de mujeres que abortaron más tarde, incluso cuando ya su bebé estaba bien formado, doy por hecho que es otro proceso de duelo diferente, y quizá debiera sentirme afortunada, pero no me causa alivio alguno, igual que a esas mujeres no se lo causaría el hecho de que haya madres que pierdan a sus bebés recién nacidos, ni a éstas que haya quien los pierda de niños.

   Sé que muchas mujeres, después de este tipo de experiencias, enseguida se lanzan a por su “bebé arcoiris”, sin esperar siquiera a la siguiente regla, pero en mi caso particular necesito tiempo, necesito terminar de sanarme física y mentalmente.

   Y esta es la historia de mi tercer huevito, que tampoco ha llegado a pollito.