martes, 22 de diciembre de 2015

Recuerda quien es el adulto

   Muchas veces nuestros peques nos hacen perder la paciencia. Ellos viven a otro ritmo (van a toda pastilla cuando queremos estar tranquilos y van tranquilos cuando tenemos prisa) y les cuesta entender el no (incluso aunque creas que se lo has explicado con total claridad), se cansan, se ponen chocantes, se estresan, se aburren o les da el subidón en el momento o lugar más inoportuno.



    Es en esos momentos cuando necesitamos más que nunca respirar profundamente y recordar que nosotros somos los adultos, que tenemos mucho más control sobre nuestras emociones que ellos. Que puede que nuestro peque esté fuera de sí, pero no quiere decir que nosotros, los padres, no podamos (y debamos) mantener la calma. Al fin y al cabo, son personitas en construcción.

   Tengo un recuerdo de mi infancia. Estaba yo en clase de lengua y la profesora repartiendo exámenes. Me pareció injusto que no me hubiera corregido uno de los ejercicios y fui a preguntarle por qué. Me dijo que había hecho la letra tan pequeña que apenas la entendía, a lo que respondí que quería que mi respuesta fuera completa, que había muy poco espacio para contestar (de hecho, había tenido que usar parte de los márgenes) y no nos había permitido utilizar papel aparte, que si quería podía leérsela para que pudiera corregirla. Se lo dije desde el respeto más absoluto (porque además yo era una alumna modélica y bien modosita), pero a la señora se le cruzaron los cables. Estaría harta de que le hicieran reclamaciones de exámenes ese día, o estresada por lo que fuera, o se le había olvidado echarse el dermovagisil, pero el caso es que se puso echa una fiera y comenzó a chillarme con los ojos desorbitados. Mi primera reacción fue quedar en shock, y ya estaban a punto de saltárseme las lágrimas cuando observé fríamente el panorama: una señora hecha y derecha perdiendo los papeles delante de una niña que estaba totalmente en calma, y así decidí seguir, mirándola fijamente, calmada y sintiendo vergüenza ajena por ella, de tal modo que cada vez se irritaba más, y me retaba a que le contestase, hasta que salió de la clase y mis compañeros me vitorearon. Me había comportado yo como la adulta, y ella sola se había dejado en evidencia. Nadie entendía cómo había sido capaz de mantener la compostura.


 "Señora... ¿tiene usted picores? Ya sabe... ahí..."


   Y lo que le pasó a aquella señora ese día nos pasa muchas veces a las madres (y padres), que perdemos los papeles en situaciones que deberíamos ser capaces de controlar, pero que en ese momento, por la razón que sea, nos desbordan. Nuestros hijos chillan y nosotras chillamos más fuerte, nos ponemos a su altura o pretendemos que se comporten como si fueran adultos, cuando quizá ni siquiera saben cómo se espera de ellos que se comporten en ese determinado momento o lugar o por qué.

   De echo, en el caso de los niños, el vernos a sus padres o cuidadores calmados les ayuda a calmarse. Lo cual no quiere decir que les ignoremos o no les tomemos en serio. Eso que a veces se les dice a los niños de “hasta que no te calmes no te hago caso” que el pobre niño debe pensar “eso quisiera yo, poder calmarme tan fácilmente, pero he entrado en un bucle en el que ya ni me acuerdo por qué estoy gritando y llorando”.

   Pero vamos, que no voy a juzgar a nadie porque a mí misma me ha ocurrido que ha llegado un momento en el que me he quedado ya sin recursos y lo único que se me ha ocurrido decirle a mi peque es “pues ya te calmarás, cuando tú veas”.

   Y esta es, bajo mi punto de vista, la mejor manera de gestionar una rabieta infantil. Porque tooooodos los niños las tienen en algún momento. Sí señor/a sin hijos, no sólo los míos porque los malcríe (que igual el peque en cuestión es que tenía un mal día, y normalmente no se le va la olla por cualquier tontería, pero ese día sí), sí señora mayor que educó a la perfección a sus churumbeles, sus hijos también las tuvieron aunque usted ya no lo recuerde, sí querida madre primeriza reciente, lamento decirte que tu peque también las tendrá tanto si decides colmarlo de amor y atenciones (y crees, como yo cuando era Gansa Premamá, que un peque bien atendido no tiene por qué tener una rabieta), como si decides criarlo con la rectitud de una Super Nanny británica. Porque si existe un peque que no tenga rabietas, a ese le pasa algo que no es muy normal...

   Tanto las rabietas como las salidas de tono, el nerviosismo, las travesuras, la rebeldía, son parte de lo que significa crecer y formarse como persona. Lo importante como padres es saber reconducir estos comportamientos, tratar de evitarlos en la medida de lo posible y manejar la situación lo mejor que se sepa y con la mayor calma posible, que parece pedir poco, pero nada más lejos de la realidad.

   A los niños les cuesta gestionar sus emociones y sentimientos, y siempre va a existir un momento en el que deseen algo que por lo que sea no les podemos conceder, o no se lo podemos dar en ese instante. Y no quiere decir que sean unos caprichosos o unos mimados.

   “¿Por qué no puedo meter los dedos en ese enchufe? ¡Jo, con la curiosidad que tengo! ¡Si creo que caben! Venga jolín mamá, sólo un poquito... ¿Qué dices de que me voy a electrocuqué? Bah, seguro que no es para tanto... Porfiiiiii”.


   
   Además el universo de los niños es distinto al nuestro, cosas que para nosotros los adultos no tienen la menor importancia para ellos son lo más grave que les ha pasado en todo el día o en toda su vida.

   Y después de gritar a nuestro peque, o darle un cachete o perder los papeles de alguna forma, viene esa vocecita de remordimiento (y el que no la tenga, yo me preocuparía por su salud mental), que nos hace analizar si hemos actuado bien, si nuestro comportamiento ha sido proporcionado, si podíamos haber resuelto el asunto de otra manera, o si ha sido para tanto lo que ha hecho nuestro peque. Otra cosa es el resultado final de este debate interior, pero tenerlo creo que lo tenemos todos en algún momento.

   Poco a poco vamos conociendo a nuestros peques y podemos anticiparnos a sus reacciones, sabemos lo que tardan en aburrirse de algo, los sitios o las situaciones que les producen más estrés, e incluso esperamos que en algún momento se comporten de manera totalmente inesperada y reaccionen como habitualmente no lo harían.

   ¿A quién no le ha pasado que a tu peque le han ofrecido algo que jamás le ha gustado, dices “no lo va a querer, no le gusta”, y ahora ves que el/la hijuesumadre lo trinca y lo devora y a ti se te tuercen la cara y el culo en ese instante? Son así de imprevisibles...

   Y es que no siempre resulta fácil, por mucho que nos repitamos a nosotros mismos el mantra de “el adulto soy yo”, no siempre es sencillo mantener la calma, porque no siempre se sabe cómo actuar o cómo responder, y ahí reside la maravilla de la paternidad, en probar y errar y volver a probar y encontrar algo que funciona, que deje de funcionar y buscar otra alternativa.

   En nuestro caso, una buena estrategia cuando estamos en público, es imaginar que no hay nadie, no hacer caso a miradas enjuiciadoras que esperan que calles ya esa alarma antirrobo que parece que lleva tu peque adentro, algunos como si estuvieran viendo una película (que solo les falta la bolsa de palomitas y las gafas 3D) y diciendo “venga, dale una colleja, vamos, que se lo está ganando, colleja, colleja...” Y así atender esa salida de tono (por utilizar un eufemismo) de nuestro peque a nuestra manera y a nuestro ritmo, y olvidarnos del reloj, que lo más probable es que lo que sea pueda esperar unos minutos a que ayudemos a nuestro peque a recobrar la calma.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Lo que aprendí sobre el aborto espontáneo

   Se denomina aborto espontáneo a la pérdida del embarazo antes de la semana 20 de gestación, por causas no intencionadas, que en su mayoría se relacionan con problemas genéticos que dan lugar a condiciones incompatibles con la vida, y es por eso que el mayor porcentaje de casos ocurren durante el primer trimestre de embarazo, concentrándose en las semanas anteriores a la 12, ya que durante la 6 se lleva a cabo el proceso de organogénesis en el embrión, y especialmente en la 4 ó 5 si se ha producido un fallo en la implantación de éste.

   Lo primero que aprendí es que quedarse embarazada no significa que una vaya a tener un bebé. Circulan por la red vídeos preciosos en los que la mujer enseña a su pareja la prueba de embarazo positiva y ambos lloran emocionados diciendo: “Oh, Dios mío, vamos a tener un bebé... ¡vamos a ser padres!” No les oyes decir: “bueno, si todo va bien tendremos un bebé”. Porque quien no ha vivido nunca la experiencia de un aborto, no piensa que algo tenga por qué ir mal. Sí, saben que esas cosas pasan, pero no imaginan la frecuencia con la que se dan.

   Ni yo misma, que ya había sufrido una pérdida, me imaginaba que me pudiera volver a pasar, y menos tal y como ocurrió. Sabía que había mujeres con condiciones médicas que las hacían propensas a padecer abortos, como problemas de coagulación de sangre, endometriosis, desarreglos hormonales etc, y conocía casos de mujeres que habían tenido amenazas de aborto y tras un reposo absoluto todo había ido bien. Pero sinceramente me pilló totalmente desprevenida que una mujer sana, que ya ha tenido un aborto anterior (cubriendo por tanto la estadística que dice que uno de cada cuatro embarazos no llega a término), sin una amenaza de aborto ni sangrado previo, y más aún después de haber ido a la primera ecografía y haber “constatado que todo iba bien”, pudiera perder a su bebé de un día para otro, así sin más, de repente, cuando más tranquila estaba, simplemente, se paró, dejó de crecer y su corazón dejó de latir.




   Pero sí, esas cosas ocurren, y te marcan. Te marcan de tal forma que si alguna vez hay un siguiente embarazo lo vives desde el miedo. Ya no piensas que haya más probabilidades de que todo vaya bien que de que algo vaya mal, sino lo contrario. Revisas compulsivamente el papel cada vez que te limpias al ir al baño buscando el más mínimo resto de sangre, y al primer manchado te plantas en urgencias. En mi caso, ese manchado minúsculo de un restito de sangre seca significó que mi bebé ya no vivía. Y así viví ese embarazo, de una forma que nunca sabré si en el fondo intuía que algo iba mal, o era la simple paranoia generada por el miedo. Ese miedo es tan grande que cuando ves el positivo no te atreves a creértelo, no te permites hacerte ilusiones, te da reparo contárselo a la gente. Yo sentía incluso aversión a sacar mi caja de ropa premamá (de hecho fue sacarla y perder a mi bebé). Se vuelve una tan escéptica que no concibe cómo puede existir gente que tenga más de un hijo, o hasta 4 ó 5 y nunca pierda ninguno.

   Pero hay algo peor que perder esa ilusión, que perder esa inocencia de creer que todo va a ir bien, peor incluso que ver salir de tu cuerpo a tu bebé (con esa sensación de alivio similar a la que se tiene tras el parto, pero que en ese momento te sabe tan amarga), y sostenerlo en tu mano, o que te lo saquen en el hospital y lo llamen “residuo sanitario”. Peor que saber que el día antes estabas tan llena y ese día tan vacía. Lo peor de todo es que no se te permita tener un duelo.

   Las palabras de la gente: “eres joven, tendrás más... mira Fulanita que lo perdió con 6 meses, eso sí que es malo, no lo tuyo... eso es que no vendría bien... se te fastidió la cosa (sí, esto me lo dijeron a mí), ¡pero si eso es muy común!, a ver si fue por esto o aquello que hiciste, no pasa nada, mujer legrada mujer preñada etc”... Todo esto en lugar de un simple: “lo siento”. Todo el mundo quiere que te recompongas cuanto antes, que dejes ya de llorar y de hablar del tema, en lugar de dejar que te tomes el tiempo que necesites. Recuerdo las palabras de mi suegra cuando yo me aferraba a la bolsita donde había metido el cuerpecito sin vida de mi bebé: “Tira eso a la basura, olvídalo y a seguir adelante”.

   Es lógico que la gente piense que cuanto más avanzado está el embarazo, peor es el dolor, ya que al haber estado más tiempo en contacto con el bebé, al haberle visto en las ecografías, incluso saber su sexo, se da por sentado que se ha establecido una fuerte conexión con esa criatura. Es cierto que a mayor tiempo de gestación mayor probabilidad de que se haya producido esa conexión, pero hay quien no puede evitar establecerla mucho antes, especialmente si ese embarazo era muy buscado o muy esperado. Hay quien ya ama a tu bebé con toda su alma desde antes incluso de quedarse embarazada, aunque esto sea complicado de entender.

   Pero ¿en qué momento se convierte el embrión o feto en un ser querido? ¿En qué momento es socialmente aceptable que ames a tu bebé y llores su pérdida?

   Realmente hay para quien el embarazo no significa gran cosa, y no siente esa conexión hasta que éste no está muy avanzado, o incluso tras el parto, pero para muchas mujeres, perder un embarazo incluso en la semana 5 ya significa perder a un ser muy amado.

   El ejemplo que voy a poner es muy fuerte, y mucha gente se llevará las manos a la cabeza diciendo que no hay comparación posible, pero lo hago sólo para hacernos una remota idea de lo que puede llegar a sentir una mujer que acaba de sufrir un aborto, ante la falta de consideración de los demás.

   Imaginemos que Menganita llega a casa de su madre rota de dolor porque acaba de recibir la noticia de que su marido ha fallecido en un accidente de coche, y la respuesta de su madre, y de los vecinos, y demás allegados es: “¡Venga ya que no es pa tanto! Si el Señor se lo ha llevado por algo sería, no te convendría mucho. ¿Y no será por algo que tú hayas hecho? ¡Eres joven, ya tendrás otro marido! Mejor ahora que tampoco llevabais mucho tiempo casados que lo que le pasó a Sultanita que se le murió el marido y llevaban 40 años juntos. Ufff ¿pero tú sabes lo común que es eso? ¿Sabes la cantidad de personas que mueren todos los días? Mira a Fulanita de Copas que ya ha perdido 3 maridos. Ains, si es que os encariñáis demasiado pronto. Ya sabes lo que dicen: mujer enviudada, mujer casada.”

   Soy consciente de lo fuerte que es esta comparación, pero es que estas no son las cosas que alguien quiere escuchar después de perder un ser querido, por más común que sean ese tipo de pérdidas, o por poco tiempo que pudiera llevar ese ser querido en su vida. Lo que cuenta no es el tiempo, sino el amor que se tenía, que muchas veces, aunque se quiera, no se puede evitar.
 
 
   Es frecuente que las mujeres que hayan sufrido abortos traten de evitar establecer esa conexión con su bebé en el siguiente embarazo, para no sufrir de nuevo, pero hay casos en los que esto se hace especialmente difícil.

   Yo en esos momentos no quería que me dijeran que era joven. ¿Qué quiere decir joven? Que das por sentado que no tengo problemas de fertilidad, y puede que sí los tenga. No quería que me recordaran otros casos de mujeres a las que les había pasado, comparando mi dolor con el suyo, porque mi dolor es mío, y sólo mío. Tampoco necesitaba que me hicieran sentir culpable haciéndome dudar de si había sido por algo que yo hubiera hecho o dejado de hacer, o si había tenido algo que ver el hecho de que aún le diera el pecho a mi peque. No quería que dieran por sentado que mi bebé no venía bien, de hecho hasta donde yo había visto, todo parecía estar bien, ni que asumieran que me alegraría de haberme librado de un niño posiblemente enfermo o malformado. Conozco el caso de una mujer a la que practicaron una cesárea de urgencia, ella sabía que su hijo, de vivir, tendría (posiblemente para toda la vida) problemas renales, respiratorios y sanguíneos, pero no le importaba, amaba a su hijo y estaba dispuesta a entregarse a su cuidado para darle una vida plena. Y qué decir de este video de estos padres luchadores:



   Sobre todo, no quería que me dijeran que lo olvidara...

   Así que si conoces a alguien a quien le ha pasado, no trates de minimizar su dolor o deslegitimarlo, no intentes hacer que se sienta mejor (sobre todo recordándole que no es la única a la que le ha pasado), no trates de buscar las palabras adecuadas porque las únicas que hay son: “lo siento”, y tal vez: “si necesitas hablar de ello, aquí me tienes”.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Lo que aprendí sobre la hidratación en el embarazo

   Sí, lo sé, hace mil que no publico... En mi defensa diré que han sido unas semanas de locura, de esas que te vas a la cama y te quedas un rato boca a arriba como si te hubiera arrollado un tren y no sabes ni de dónde ha salido, y te quedas diciendo “¿qué ha pasao?”

   En fin que hoy quería yo darle un repaso a un tema que me venía rondando y del que hasta ahora no he hablado, que es el de la hidratación durante la etapa del embarazo y el postparto.

   Durante el embarazo es importantísimo hidratarse tanto por dentro como por fuera.

   Una adecuada ingesta de agua durante el embarazo es fundamental. No sé si alguna vez os ha dado una deshidratación, pero no se pasa nada bien. Ahora, durante el embarazo, el daño puede ser aún más grave, tanto para la madre como para el bebé, aunque seremos nosotras las que primero acusaremos los síntomas (dolores de cabeza, náuseas, contracciones en el último trimestre...).




   Además de para prevenir la deshidratación, el agua también sirve para que orinemos más (ya de por sí las embarazadas orinan más y tienen que reponer líquido) y por tanto eliminemos toxinas que no queremos que lleguen a nuestro bebé, así como para disminuir los efectos de la acidez estomacal que a veces surge durante la gestación. Por cierto, eso que dicen que si tienes ardores es que el bebé viene con mucho pelo: mentira cochina, que yo tenía muchísima acidez y mi Gansi nació con la cabeza como Caillou (no de grande, sino de pelona). También alivia la retención de líquidos que nos hinchan las piernas y nos pone los tobillos paquidérmicos (en mi caso, tobillos tamaño humano, porque los míos de por sí son tamaño pata de gallina).

   En fin, que es necesario que las embarazadas estén bien hidratadas, lo cual tampoco significa darse hartones de agua. Un consumo excesivo de agua también puede ser contraproducente. Si bien es cierto que no consumimos agua destilada, porque sabemos que es peligroso para nosotros puesto que nuestro cuerpo sufriría una pérdida importante de minerales, el agua del grifo, y sobre todo algunas aguas minerales, son de mineralización débil, con lo que tomarnos 5 ó 7 litros puede producirnos un efecto similar al agua destilada en el sentido de que nuestro cuerpo también se desmineraliza, y no olvidemos que los minerales son nutrientes esenciales.

   Las bebidas isotónicas tampoco son muy recomendables durante el embarazo (realmente no son recomendables si no estás practicando deporte), ya que contienen altos niveles de azúcares.

   Entonces ¿qué bebemos?

   Para empezar, las embarazadas han de estar atentas a las señales de su cuerpo y beber en cuanto sientan sed. Es preferible llevar siempre a mano una botellita de agua e irle dando sorbos de vez en cuando que pimplarse un litro de golpe cada 3 ó 4 horas.

   El agua que se consuma debe ser de calidad, y hay zonas en las que, si bien el agua es perfectamente potable, puede que sea demasiado ácida o alcalina, o incluso contener partículas dañinas (por ejemplo, si las cañerías son viejas o están en mal estado).

   Una vez que nos hemos asegurado de que nuestro agua es de calidad (aplicando filtros o comprándola mineral), es saludable añadir un pequeño chorrito (sin pasarse) de agua de mar para enriquecerla y mineralizarla, pero no agua de la playa, sino agua de mar de verdad, que la venden en herboristerías y algunos grandes comercios.

   Otro agua de calidad que podemos consumir es la que se toma a través de los alimentos, especialmente frutas y verduras. Tampoco es aconsejable abusar de los zumos, aunque sean naturales, ya que contienen un alto porcentaje de azúcar en comparación con los hidratos de carbono y fibra que se pierden al exprimir la fruta (distinto es si la molemos para hacer un batido).

   La leche tampoco es muy recomendable, sobre todo si la embarazada siente ascos a los lácteos (cosa muy habitual), siendo mejor en estos casos buscar fuentes alternativas de calcio como los frutos secos (nueces en particular) y verduras como el brócoli.

   Estos cuidados ni que decir tiene que deben continuar en el posparto, en especial si se da el pecho.

   Y una vez visto el tema de la hidratación interna, pasamos a abordar la externa.




   Hay que tener en cuenta la extraordinaria transformación que sufre el cuerpo de la mujer durante el embarazo, como todo se expande y se recoloca para dar cabida a un pequeño ser humano en nuestro interior. Aunque nuestra piel tiene una excelente elasticidad, ésta es limitada, y necesitamos contribuir un poco, no sólo para prevenir las antiestéticas estrías sino para ayudar a que luego todo vuelva a su sitio con mayor facilidad. Por eso se debe hidratar la piel no sólo durante el embarazo sino después. Además, alivia esos picores que a veces se producen al estirarse la dermis.

   Muchas mujeres optan por no hidratarse lo suficiente (o nada) porque piensan (o saben por experiencia en algunos casos) que por su constitución le van a salir estrías igualmente, hagan lo que hagan y se echen lo que se echen. Aunque éste sea el caso, es necesario hidratar la piel igualmente, ya que es una ayuda que le estamos dando, que puede que no nos libre de todas las estrías pero sí quizá de algunas, y no es lo mismo una estría que se ha hidratado y tratado que una que no.

   Lo primero que hay que tener en cuenta es la calidad del producto con el que nos hidratamos, ya que algunas cremas hidratantes contienen aditivos (como los parabenos) que hacen que su uso no sea adecuado durante el embarazo, puesto que estas sustancias pueden pasar a nuestra sangre a través de nuestra piel y llegar a nuestro bebé.

   Por tanto, cuanto más natural y puro sea el producto, mejor. Hay cremas de farmacia carísimas cuyo principio activo es, en comparación, muy barato. Algunas prometen su efecto por contener aceite de rosa mosqueta o aceite de almendras dulces, cuando utilizando éstos en su forma lo más pura posible (especialmente el de almendras) ahorramos y el efecto es mayor.

   Estos dos aceites son, bajo mi punto de vista, de los mejores y más efectivos para hidratar la piel de las embarazadas, aunque también existen cremas naturales a base de aceite de oliva, aceite de argán, o aceite de coco, que también son excelentes.

   Muchas mujeres han probado, y dicen que les ha ido muy bien, con la crema Nivea de toda la vida (conste que no promociono, de hecho, no fue la que yo usé).

   Para unos resultados más óptimos, se recomienda aplicar cremas o aceites hidratantes al menos dos veces al día. En mi caso lo hacía cuando me duchaba, cuando me cambiaba de ropa o me ponía el pijama, y cuando me acordaba, vaya... Y cuanto antes empecemos a hidratarnos mejor, ya que en las primeras semanas de embarazo, aunque puede que aún no tengamos barriguita, sí que es frecuente experimentar retenciones de líquidos, que se suelen acentuar durante la tarde.

   Yo puedo decir que tengo una piel con un tanto de tendencia a las estrías, de hecho, tengo en mis caderas un recuerdo del desarrollo de mi cuerpo durante la pubertad que parece que me hubiera atacado un tigre. Pero por aquel entonces yo no usaba ni gota de cremas corporales.

   Sin embargo, sí que las usé durante todo el embarazo de mi Gansi, y de aquella etapa no conservo señal alguna en mi cuerpo, más que un suelo pélvico un tanto debilitado por el tremendo desgarro y la episiotomía que me realizaron durante el parto.

   Así que personalmente, recomiendo al 100% hidratarse bien, tanto por dentro como por fuera, para un embarazo saludable y un postparto con las menores estrías posibles.

martes, 13 de octubre de 2015

No es mi cultura, no es mi religión, es mi instinto

   Hoy en día da la sensación de que a muchas personas les choca un estilo de crianza natural. Tanto que a algunos les debe parecer que pertenezco a una especie de secta radical, sólo porque hago algunas cosas con respecto a la crianza de mi peque que no son las que ellos han practicado o las que llevan toda la vida pensando que es lo correcto hacer.

   Me han llegado a decir que mi peque me va a terminar pegando porque duerme conmigo y toma el pecho a sus casi 4 años (logic not found...).

   Una amiga mía también ha escogido este estilo de crianza, y tiene verdaderos conflictos con su madre, que se ha llegado a acercar a mí como si yo fuera la responsable de la “captación” de su hija a decirme que no teníamos que ser tan extremistas, que los extremos no son buenos, y que no hacía falta ser tan “moderna” para todo.

   Ella se refirió a mi como grupo, y nos llamó “modernos”, para empezar como si fueran cosas que nos hubiéramos inventado ahora, y resulta que es algo mucho más tradicional que el estilo de crianza que ella practicó con sus hijos, y como si siguiéramos rígida y ciégamente algún tipo de biblia o manuscrito, y lo lleváramos hasta sus últimas consecuencias.

   Es curioso, porque los métodos de crianza más “vanguardistas” y realmente modernos (que ahora parece que todo el mundo cree que se ha hecho así toda la vida, cuando no es así), que son los conductistas, sí que se basan en seguir fielmente un libro que te promete “enseñar” a tu peque a dormir, contraviniendo todas las señales que te manda tu cuerpo para decirte que dejar que tu bebé llore hasta el agotamiento no está bien.

   Pues no, señora, no sigo ningún manual (aunque he leído muchísimos y de muchas corrientes distintas), ni practico a pies juntillas las enseñanzas o predicaciones de nadie. No sigo ninguna especie de cultura porque es lo moderno o lo que se lleva ahora, ni porque sea lo que los médicos dicen ahora que es bueno (que cada día es una cosa distinta), sólo sigo a mi instinto, hago lo que mi corazón y mi cuerpo me dicen que está bien, combinando lo que he aprendido acerca de las últimas evidencias científicas con aquello que mi peque me ha ido enseñando.



 
   Por supuesto que he cometido errores, como todo el mundo dicho sea de paso, y no me creo libre de seguirlos cometiendo, pero creo que en eso se basa la crianza, en ir probando lo que nos funciona en nuestro caso particular y nos hace sentir bien, aquello que se ajusta a las circunstancias personales de cada familia, lo que viene siendo ensayo-error.

   Si le di el pecho a mi peque no fue por llevarle la contraria a todos los que dan a sus bebés biberón, y si en algún momento le hubiera tenido que dar leche artificial por la razón que fuera se la hubiera dado. Es más, si hubiera tenido alguna complicación, o me hubiese generado demasiado estrés, por cualquier razón, o simplemente no me hubiera dado la gana, no le habría dado el pecho, pero todo lo demás lo habría hecho igual.

   No temo que me vengan a quitar el “carné” de crianza con apego si algún día prefiero dormir con mi marido, pero sólo si así estamos todos más a gusto.

   No he usado pañales de tela por hacerme la modernilla, sino porque pensaba que eran mejor para la piel de mi bebé, más económicos y ecológicos y para mí fueron razones suficientes para lanzarme a probarlos.

   Parece que porque no pego a mi peque automáticamente soy una malcriadora, o una hippie, o una antivacunas, o una especie de anarquista, que no le pongo límites, o que dejo que haga lo que le de la gana. Y no digo que ninguno de estos términos esté relacionado, ni siquiera que tengan que ser peyorativos, son algunas personas las que me dan la sensación de que los asocian. Respeto profundamente lo que cada uno decida con respecto a la crianza de sus hijos, porque es un derecho de cada padre decidir lo que cree que es mejor, pero personalmente no soporto que me cuelguen etiquetas.

   Si algún día tengo otro bebé, probablemente probaré con más ahínco el baby led weaning, no porque a mi peque le haya ido mal con las papillas, sino porque creo que es una forma más natural de introducir alimentos sólidos, pero si alguna vez me conviene o me da la real gana le daré un puré y no me sentiré una hereje por ello. A mi peque, con las papillas le entremetía bastantes sólidos, y desde bien pronto. Los mismos que me criticaban por no cortarle los alimentos en trozos minúsculos, sino dejárselos lo suficientemente grandes para que pudiera agarrarlos, chuparlos y partirlos con sus propios dientes (además, mi Gansi lo prefería así), luego se asombraron de lo bien que comía sólidos y lo poco que le gustaban los purés.




   Porque esto no es un “todo o nada”, si quiero darle chupete se lo daré y si no pues no, si quiero y me conviene le pondré pañales de tela o desechables, si me parece oportuno usaré un portabebés o desempolvaré el carrito, o usaré cada cosa para según qué ocasión, si me da la gana dormiremos todos juntos o cada uno en su cama, y no le dejaré llorar (en este asunto no hay discusión para mí) pero no porque me lo diga nadie, ni porque venga escrito en ningún libro, ni porque sea lo que se lleva ahora, sino porque mis conocimientos y mi instinto me dicen que es lo que debo hacer.

   El hecho de que haga las cosas de forma “diferente” en la crianza de mi peque no quiere decir necesariamente que me esté equivocando, simplemente es diferente, ni mejor ni peor, es lo que yo creo que es lo correcto. Lo mismo que todo padre y madre tiene derecho a hacer, aquello que según sus conocimientos y experiencia cree que es lo mejor para sus hijos. Por eso, porque creemos que hacemos lo mejor, cuando vemos a alguien que hace algo diferente pensamos que se está equivocando, pero no tiene por qué ser así, los errados podemos ser nosotros o sencillamente ninguno, porque diferente no tiene porque ser erróneo. Lo importante es saber combinar nuestros conocimientos y experiencia con los dictados de nuestro corazón.

jueves, 1 de octubre de 2015

Lo que aprendí de la ropa premamá

   La ropa premamá suele ser cara, y aunque algunas prendas de según qué tiendas no están muy conseguidas, por lo general la moda ha ido avanzando y se puede encontrar gran variedad de prendas realmente resultonas que mucho distan de aquellos ropajes de nuestras madres y abuelas, que las hacían parecer mesas de camilla.


 En esto pienso cuando veo la ropa premamá antigua... 


   Y es que hace unos años no se lucía el tipito de embarazada como se hace hoy en día, y ni siquiera estaba bien visto ponerse bikini, la única opción eran esos bañadores que llevaban por encima una especie de faldón.

   Tanto ha cambiado la moda, que ahora es posible pasarse todo el embarazo sin comprar una sola prenda premamá, con el consecuente ahorro. “¿Cómo es posible? ¿Me puedo evitar el gasto en ropa premamá?” Pues te puedes evitar gran parte del gasto, sí, te cuento cómo...
  • Chándal, ese gran aliado. También sirven las mallas, siempre que la cinturilla de bien de sí. Irás cómoda, pero puede que de vez en cuando te apetezca arreglarte un poco más.

  • Un par de pantalones vaqueros premamá, yo es que no puedo vivir sin mis vaqueros, aunque no son imprescindibles ya que sólo con las mallas te puedes hacer unos looks muy apañados. No es necesario que tus leggins sean premamá, aunque a veces éstos son más cómodos, sobre todo si eres de las que te gusta llevar la barriquita bien sujeta.


     

  • Si tienes que comprar alguna prenda premamá (como los vaqueros), existen secciones de premamá en tiendas bastante económicas como H&M, C&A o Primark.

  • Saca partido a prendas que ya tienes, mientras estés cómoda con ellas, como camisetas largas o anchas, bermudas, vestidos anchos y de corte alto. También quedan muy monos los vestidos holgados con un cinturón por debajo de la barriga.

  • Si le echas imaginación, quizá puedas sacar partido de la ropa de tu pareja. Por ejemplo, sudaderas, chalecos de cremallera o camisas desabrochadas.

  • Pide y da prestado. A no ser que el buen señor no pare de mandarte retoños, lo más probable es que te sobren dedos en una mano para contar las veces que estarás embarazada, así que las prendas específicas premamá las vas a usar sólo unos meses. Por eso, no temas pedir a tus amigas o familiares su ropa premamá que ya no usan y probablemente tengan cogiendo polvo en una caja. Por supuesto, haz lo mismo cuando ya no la necesites, seguro que conoces a alguna embarazada a la que le va a venir genial tu aportación.

  • Alarga el uso de tus vaqueros de siempre atándolos con una goma. ¿Sabías que venden adaptadores de ropa para premamás? Son bandas de goma que se colocan en los pantalones emulando la cinturilla elástica de la ropa premamá.

     



  • Si tu tripota hace acto de presencia durante los meses más cálidos, piensa que una ventaja es no tenerte que comprar un abrigo premamá (no, el tuyo no te va a cerrar, lo siento).

   Y de momento esto es todo lo que se me ocurre. Si tienes una aportación, déjamela y estaré encantada de ampliar la lista.

   De mi experiencia puedo añadir que estos mismos trucos te servirán durante el tiempo que tarde tu cuerpo en recuperarse tras el parto.

   Aunque no puedo pasar sin señalar el contrapunto, y es que una vez que recuperes tu físico (o lo más parecido a lo que solía ser), es posible que tengas que ir de compras, ya que, al haber estado usando tu ropa de siempre durante el embarazo, puede que algunas prendas no vuelvan a ser las que eran. La cinturilla de los leggins podría dar de sí, tus vaqueros haber ensanchado (ten en cuenta que no sólo es la barriga lo que crece durante el embarazo), e incluso la ropa interior que antes (con la retención de líquidos, y en mi caso el superpandero) incluso se te clavava, ahora se te caiga...

   Pero por increíble que parezca, aún así se compensa el gasto (¡de verdad!), a no ser que frecuentes tiendas de ropa aún más caras que la propia ropa premamá, que ya es decir, en cuyo caso significa que tu situación económica te permite no tenerte que preocupar por reducir el gasto en caso de embarazo (¡enhorabuena!).

   Desde luego no te recomiendo que uses durante el embarazo prendas a las que les tengas especial cariño, que puedan deteriorarse por su uso en este estado.

   Como anécdota, contaré que tuve que asistir a una boda y me compré un vestido que me quedaba bien sin ser de premamá y costaba mucho menos (¡acierto!), pensando que podría usarlo y me quedaría igual de bien una vez que ya no estuviera embarazada (¡error!)... por supuesto igual no queda... aunque con unos pequeños arreglillos se podría aprovechar.

martes, 22 de septiembre de 2015

Lo que aprendí sobre la costra láctea

   La costra láctea es un tipo de dermatitis que aparece en la cabecita del bebé y hace que se vea la piel rugosa y escamosa. Suele presentarse en recién nacidos pero puede observarse en niños hasta los 3 años de edad. A veces es más localizada en un área reducida y otras veces, como en el caso de mi Gansi, hace que todo el cuero cabelludo de tu peque adquiera la textura de un balón de baloncesto, siendo normal inclusive que aparezca en las cejas, pestañas, orejas u otras partes del resto del cuerpo.

   Se le llama así porque tiene aspecto de costras y es más habitual en bebés lactantes, pero no quiere decir que los bebés que tomen lactancia materna sean más propensos, ni que se vaya a solucionar dándole al bebé leche de fórmula.




   Por supuesto, no les sale a todos los bebés, ni con el mismo aspecto o intensidad en aquellos a los que les sale.

   Si no sabes esto, si no sabes que a tu bebé le puede aparecer y que es perfectamente normal, podrías asustarte y preocuparte mucho, porque los casos más severos pueden tener mala pinta. Pero no es nada alarmante, ni contagioso, ni quiere decir que no laves bien o con suficiente frecuencia a tu peque (¡que no mami! ¡que no es culpa tuya!).

   No se sabe a ciencia cierta qué causa la costra láctea, pero todo parece apuntar a una producción natural de sebo del propio cuerpecito del bebé, que en la mayoría de los casos, al igual que ocurre con las “engordaderas” o granitos que aparecen asociados a la lactancia en las primeras semanas de vida, desaparecen por sí solos.


   La elevada producción y acumulación de grasa en los bebés es beneficiosa puesto que les ayuda a regular su temperatura. También hay que tener en cuenta que los bebés nacen cargados de hormonas de su madre y tardan un tiempo en regularse. Tanto es así que es habitual que las niñas manchen el pañal con una especie de regla al poco de nacer (esto sí que asusta, por mucho que sepas que es normal), o que se le inflamen los pechos. Vamos que entre la regla, los pechos inflamados y los granitos parece que los pobres nacieran en plena adolescencia...


 "Mi madre no me entiende Tete..."

   Así que si ves que a tu bebé le aparece, no te alarmes, no hace falta que vayas corriendo a urgencias, de hecho a tu peque ni siquiera le molesta, como mucho podría picarle un poquito, pero sobre todo, no vayas a intentar quitarla con métodos agresivos ni levantar las costras.

   Aunque finalmente la costra se vaya sola, y en la mayoría de los casos no sea necesario tratarla en absoluto (a no ser que se infecte o se complique de alguna manera), puedes acudir a tu médico para que te recomiende alguna crema para suavizarlas y reducir el posible comezón, o puedes probar con remedios naturales.

   Lo que sí te puedo decir, por mi experiencia, es que nada (al menos de lo que yo haya probado) lo va a quitar de la noche a la mañana.

   Si decides no tratarla, es mejor que aprendas a convivir con ella, porque puede ser bastante antiestética y no te recomendaría caer en la tentación de abusar de pañuelos o gorritos para ocultarla, ya que cuanto más le de el aire mejor. Incluso es posible que alguna persona poco informada se acerque con preocupación y te pregunte qué le paso a tu pobre bebé. A estas personas que ni saben lo que es la costra láctea (ni tienen por qué) ni que es algo normal, mejor decirles que se lo está tratando el médico para no evitar conflictos, ya que en mi caso cuando decía que no le hacía nada a mi peque para quitársela me miraban con cara de no saber si llamar a servicios sociales.

   Y en cuanto a remedios más naturales, también probamos algunos, sobre todo cuando vimos que recién le había salido y nos preocupamos porque no sabíamos de qué se trataba (y en nuestro caso era algo bien feito, y muy visible ya que mi Gansi tenía muy poco pelo). No nos fue mal con el aceite de oliva, aceite de almendras dulces, champú muy suave (a ser posible no jabonoso), cepillado diario suavemente, mucha paciencia y finalmente esperar a que decidiera irse por sí sola.

   Como dije antes, lo más probable es que el bebé ni se entere, sólo en algunos casos más severos pica, y es en estos casos cuando debemos tener la precaución de vigilar que las uñas de nuestro peque estén bien cortitas para que si se rasca no se haga heridas o cause posibles focos de infección que podrían agravar aún más el problema. Si se deja (mi peque no los quería ni en pintura), ponerle guantecitos de algodón.

   La verdad es que nosotros tuvimos la mala fortuna de que a mi peque le salió una costra láctea algo severa y encima engordaderas, así que mi bebé se llevó una temporada con un aspecto tan de sapito que la gente empezó a cuestionarse si no le estaría sentando mal algo, y por supuesto el sospechoso número 1 era la leche materna. Incluso de haber sido así (que no lo era), me resultaba chocante que los demás no entendieran que el beneficio para mi peque era tan grande que compensaba con creces esta pequeña fase antiestética.
 


  Quizá si habláramos con menos tapujos de algunos tabúes de la maternidad, en lugar de idealizarla tanto, no nos llevaríamos tantas sorpresas (y sustos) las mamás primerizas...

martes, 15 de septiembre de 2015

Arreglarse y verse mona cuando tienes un bebé

  Cuando tuve a mi bebé me volqué tanto en su cuidado que me olvidé completamente de mí misma. No prestaba atención a lo que comía, a lo que llevaba puesto, a si me había peinado o duchado siquiera. Me miraba al espejo y no me reconocía, sólo veía unas ojeras moradas sobre un fondo amarillento, todo enmarcado por una maraña de pelo que se caía a manojos.




   Si me cruzaba con alguna madre con su bebé perfectamente dormido en su carrito, y ella despampanante con ropa monísima, maquillaje y pelo planchado, no me lo podía creer, pensaba “¿cómo lo hace? Debe ser que lo deja llorar mientras se arregla, no hay otra, y además un buen rato porque ese look no se consigue en 5 minutos...”

   Y ciertamente en ese momento no veía otra explicación posible dada mi situación, no entendía que pudiera haber otra alternativa. Para poder sacar tiempo para arreglarme, o tan siquiera ponerme algo que no fuera un chándal viejo y combinara, me veía teniendo que dejar llorar a mi peque un rato largo, cosa a la que no estaba dispuesta, porque mi bebé necesitaba contacto constante y hacía tomas de pecho que se me hacían eternas y muy continuas.

   Pero cuenta la leyenda que existen bebés que de verdad no dan ruido, que los puedes dejar en el carrito o en la cuna durante horas y duermen, duermen, duermen, y por la noche duermen aún más. Algunos sacian sus necesidades afectivas en brazos que no son los de su madre. Y luego está, claro, quien dice: “está comido y cambiado, pues si llora no le pasa nada, déjalo”, y hay bebés que lloran un poco y paran cuando ven que no se les atiende, y otros que se desgañitan hasta ponerse morados.

   Y aunque reconozco que me daba cierta envidia ver mujeres super arregladas paseando un carrito como si en vez de haber tenido un bebé les hubiera tocado una muñeca chochona en la tómbola, y prefería evitar mi reflejo en el espejo, pensaba que nada de eso tenía la menor importancia, lo principal era que mi bebé estuviera bien y tuviese todas sus necesidades cubiertas, aunque en mi caso, había veces que era desesperante intentar averiguar qué era lo que le podía faltar a mi peque, cuál era el motivo de tanto llanto, si le había dado todo lo que estaba en mi poder darle para su satisfacción.

  Pero sí que tiene importancia, cuidarnos, vernos bien, vernos buena cara, más de lo que imaginamos, y tenía que haber sacado un momento para mí misma como fuera, ojalá en aquella época hubiera sabido cómo, me hubiera ayudado mucho a superar la depresión postparto que nunca llegué a reconocer que tenía. Me llegué a sentir como poco más que un saco de carne relleno de leche.

   Así que sí, creo que es importante cuidarse, descansar, comer bien (y sano) y arreglarse un poco cuando tienes un bebé, al fin y al cabo, una mamá contenta y descansada estará en condiciones más óptimas de atender a su peque. ¿Pero cómo es posible sin desatender a nuestra criatura o confiar su cuidado a otra persona?

   Bueno, si tienes a alguien que te sostenga a tu peque un momento de vez en cuando, mejor que mejor. Ya anteriormente publiqué unos truquitos para apañárselas un poco mejor cuando te toca un bebé de alta demanda, que necesita contacto constante, que parece nunca estar satisfecho con nada, que no atiende a horarios ni al “cuándo le toca comer”, que siempre está protestando y que rompe a llorar con todas sus fuerzas de repente, sin explicación aparente, cuando parecía que estaba tan bien.

   Para completarlo, añadiré:

  • No dejes nada para luego si tienes la oportunidad de hacerlo en ese instante, y ponte siempre en primer lugar. Si tienes una ocasión para hacer algo, aunque sean 5 minutos, aprovéchalos de inmediato y dedícatelos primero a ti. Por ejemplo, a planificar tu vestuario del día siguiente o de los próximos días.

  • Ponte a ello aunque parezca que necesitarás más tiempo, hay muchísimas pequeñas cosas que se pueden hacer en 5 minutos. Pero sé realista, si necesitas depilarte las piernas, por ejemplo, elige el método más rápido, no te vayas a poner a calentar la máquina de la cera.

  • No seas tan perfeccionista. En lo que a la casa se refiere, recoger sin pararse en exceso cunde más que tratar de que todo quede perfecto y al final dejarte la mitad de cosas por hacer. En caso de cuidado personal, un maquillaje sencillo o la cara lavada con hidratante es mejor que nada (y mejor que tener que salir con un ojo maquillado, con el eyeliner perfectamente aplicado, y el otro ojo limpio).



  • Apunta todas las microtareas que vayas dejando pendientes en el momento que ves que necesitan ser llevadas a cabo, para no olvidarlas en cuanto que te surjan esos 5 minutos (los “paluegos”, vamos).

  • No esperes para hacer todo a que tu peque duerma. Aventúrate a hacer lo que puedas con tu bebé en brazos, incluso mientras le alimentas. Deja para cuando duerma aquellas tareas que no puedes hacer llevando a tu bebé, como darte una ducha, aunque hay quien se las apaña hasta para ducharse metiendo al peque en un portabebés apto para el agua (aporte de Mavaca). Al principio parece difícil pero luego verás que da la sensación de que en ocasiones te saliera otro brazo, incluso puede que desarrolles habilidades espectaculares con los pies ¿quién sabe?


  • Si tienes que salir de casa, trata de calcular el tiempo que tardará tu peque en hacer una toma de pecho (es difícil, lo se) y dale justo antes de salir. Yo lo evitaba pensando que al montarse en el coche podría vomitar o algo, pero peor es que le entre hambre cuando estáis en medio de la travesía o justo cuando ya vas tarde para salir. No temas darle a tu bebé demasiado el pecho, nunca es demasiado. Si vomita no quiere decir que sea porque haya comido demasiado, los bebés vomitan, algunos tienen reflujo, pero la succión del pecho es necesaria, y si no quiere comer no te va a coger el pecho o no lo va a chupar, así que si al ofrecérselo lo hace es porque en ese momento sí le apetece.

  • No temas coger demasiado a tu bebé en brazos. Los bebés no se acostumbran a los brazos, ya nacen acostumbrados, lo que puede pasar es que se desacostumbren si no se los ofreces, pero a algunos les da más igual que a otros. Te aseguro que probé de todo para que mi bebé no se acostumbrara a estar en brazos y nada funcionó porque necesitaba contacto, y mucho, además el sitio de un bebé es en los brazos de su madre, y si no lo coges, pues eso que te pierdes. Me pasé meses oyendo lo típico de “luego no te va a dejar que hagas nada”, y pensando “¡pero si ahora ya no puedo hacer nada!”. Usa un portabebés para tu comodidad.

  • Cuanto antes pierdas los prejuicios de darle el pecho a tu bebé donde sea y como sea, antes disfrutarás el salir a la calle. Si tienes que salir corriendo a esconderte cada rato, para eso mejor no salgas.
   Y de momento eso es todo lo que se me ocurre. ¡Se aceptan aportaciones!

sábado, 5 de septiembre de 2015

Cómo organizarse con un bebé de alta demanda

   Lo primero que tienes que tener claro, si te ha tocado un bebé de alta demanda, es que tú sola no puedes. Ya es difícil atender sola a un bebé tranquilo o bajo demandante, cuanto más a uno que demanda el 100% de tu atención el 100% del tiempo y aún no le es suficiente.

   Incluso las valientes abuelas que criaron familias enteras ellas solas, realmente no estaban tan solas, no vivían como ermitañas en lo profundo del bosque, sino que se forjaron una tribu (de lo que ya hablaré más adelante), bien con algún familiar, vecina o los propios hijos mayores que ayudaban con los pequeños. Pero en fin, no se puede comparar, eran otros tiempos, una época en la que cualquier vecina te veía por la calle y tenía la misma autoridad para darte una colleja si consideraba que te estabas portando mal (no digo que apruebe esto, ni mucho menos) que para darte un bocadillo. Hoy en día, esto ni se concibe posible, en un mundo de núcleos familiares aislados en los que los vecinos se saludan pero pocas veces llegan a más, y en la que no es seguro dejar a tus hijos pequeños solos en la calle.

   ¿Necesitarás ayuda con tu bebé? ¡Pues no! Salvo en momentos de agobio extremo en que precises que alguien lo meza unos instantes para recobrar el aliento y la serenidad, con lo que te tendrán que ayudar es con todo lo demás: cuidado de otros hijos, tareas domésticas, recados y gestiones, ya que tu bebé reclamará contacto y atención las 24 horas.

   Los bebés de alta demanda no se quedan solitos en su cuna, no lloran un poquito y luego se conforman, no comen cada 3 horitas, no duermen varias horas seguidas y mucho menos del tirón.

  Así que si vas a tener un bebé, por si acaso te saliera altodemandante, mejor que tu pareja se vaya mentalizando del arduo trabajo que le espera, o bien ve pensando en cómo podrías agenciarte alguien que te eche una mano, aunque sea en momentos puntuales, ya sea familiar o pagado (hoy en día se está extendiendo mucho el acudir a las llamadas “madres de día”), y si no tienes pasta y vives en un sitio en que no conoces a nadie, tu familia está lejos y tu pareja (si la tienes) trabaja de sol a sol, tendrás que aprender a convivir con el caos en tu hogar, al menos durante una temporada.


 
   En cualquier caso, no está todo tan perdido. Aquí he recopilado algunos consejos que te podrían ayudar a organizarte sola (solo, en caso de que seas padre soltero de un bebé pequeño), especialmente si tienes un bebé de alta demanda. Quizá a muchas personas esto les va a parecer exagerado, pero quien tiene este tipo de bebés lo entenderá.

  • Acostúmbrate a hacer cosas con tu bebé en brazos. Estos bebés necesitan contacto físico constantemente, y acceso permantente al pecho si son alimentados con lactancia materna. Así que si tenías en mente la imagen de verte a ratitos sentada en una preciosa y fina mecedora dando el pecho para luego depositar a tu bebé en un moisés y marcharte a lo que sea que tengas que hacer hasta la siguiente toma, vete olvidando. Al principio es complicado, pero luego vas adquiriendo destreza y te sorprenderá la de cosas que puedes hacer con una sola mano.

  • Usa ropa que puedas quitarte con una mano a la hora de ir al baño (sí, tu bebé también te acompañará en estos ratitos). Nada que sea muy difícil de desabrochar. Puede que tengas a tu bebé pegado al pecho el día entero y cuando te des cuenta lleves 6 o 7 horas sin ir al baño. Te recomiendo usar prendas bien cómodas.

  • Usa un fular o portabebés (ergonómico, por favor). Esto te facilitará la tarea de tenerlos en brazos sin que tu espalda sufra, y te dejará las dos manos libres.

  • No te agobies si ves que no puedes ponerte un despertador o levantarte antes que tu bebé. Los peques de alta demanda suelen notar la ausencia de su madre y despertarse al mínimo ruido. Pero oye, lo puedes intentar...

  • Intenta usar el coche lo mínimo posible. Aquí no podrás llevar a tu bebé en brazos y como consecuencia los viajes se harán eternos suplicios de gritos y llantos desde el mismo instante en que coloques a tu peque en su silla. Si no tienes más remedio que coger el coche, prueba a cantarle, ponerle música, algún vídeo que le guste, con dibujos animados, dejarle algún juguete en las manos... No te angusties si nada de esto te funciona, simplemente respira hondo y haz paradas frecuentes si tu destino está lejos.


     "¡No quiero ir en cocheee....! ¡Ostras! ¡Temazooooo!"

  • Aprovecha las microsiestas de sueño profundo de tu bebé para hacer todo aquello que no puedes hacer cuando le tienes en brazos, como darte una ducha rápida (champú 2 en 1 para no perder el tiempo con el suavizante, y probablemente no tengas tiempo ni de aplicarte cremas), vestirte o asearte un poco.

  • No te exijas demasiado. Ahora tu prioridad es atender a tu peque (sin desatender a otros hijos que ya tengas) y a ti misma, todo lo demás tiene que pasar a segundo plano.

  • Por una parte planificar con un bebé de alta demanda es esencial y por otra imposible. Me explico, con un bebé así todo tiene que ser sobre la marcha porque son imprevisibles, no sabes a qué hora estará dormido o despierto, si ese día aceptará que le bañes o le vistas de buena gana o tendrá un día especialmente delicado, si tendrás 5 minutos para ducharte o a qué hora serán, ni siquiera si será un buen día para salir a la calle. Lo que sí te recomiendo hacer es una lista de tareas pendientes ordenadas por prioridad e irlas haciendo en cuanto tengas ocasión. Planea menús semanales o mensuales, deja comidas hechas con toda la antelación que puedas, bocadillos de merienda desde por la mañana si hace falta, y planifica tu vestuario para sólo tener que ponerte la ropa (o a tus peques mayores) sin pensar mucho. Ten suficiente dinero efectivo para no tener que hacer visitas frecuentes al banco. Y hazte una agenda con los eventos que tengas pendientes, y recordatorios con suficiente antelación de todas las cosas que tengas que tener previstas para esos eventos (comprar regalos o ropa para la ocasión, hacer llamadas telefónicas, etc.). Posiblemente la falta de sueño te haga tener la cabeza en las nubes, así que la previsión siempre es buena.

   Espero que esto sirva de ayuda y traiga paz y orden al caos que se genera cuando la llegada de un bebé de alta demanda rompe todas nuestras espectativas. 

   Si tienes alguna otra aportación, estaré encantada de recibirla.

domingo, 30 de agosto de 2015

Qué necesitarás en el puerperio

   Cuando estaba embarazada de mi Gansi hice lo que hacen todas las futuras mamás: esmerarme en preparar la llegada al mundo de mi peque. Me hice una lista de todas las cosas que “debía” comprar, o que tenía que meter en el bolso para el hospital, y me aprovisioné de toda clase de chismes que pensé que necesitaría, muchos de ellos “porsiacasos”. Y eso que me refrené bastante porque no me gusta el consumismo.



 "Cariño... ¿tú crees que nos dejarán pasar con todo esto al hospital?"


   Me aseguré de que para cuando tuviera a mi peque no le faltara de nada, pero hay algo en lo que no caí, que probablemente a muchas primerizas también les pase, no caí en qué iba a necesitar yo.

   Por supuesto llevaba un bolso para mí al hospital, pero se reducía a artículos de higiene personal y ropa. Lo único que compré pensando en mí como mamá fue un sujetador cómodo para la lactancia y bragas desechables (detalle éste en el que caí únicamente porque una reciente mamá me las había aconsejado fervientemente).

   Cuando estamos embarazadas todo son atenciones, pero una vez que damos a luz todos los cuidados son para el bebé. Las mamás pasamos a ser el último mojón y todo el mundo asume que estamos bien, que no necesitamos nada en especial y que lo tenemos todo bajo control. Incluso nosotras mismas nos enfocamos tanto en el cuidado de nuestra criatura (que no es moco de pavo) que nos olvidamos de que también necesitamos que nos cuiden. 

   Y no me refiero a irnos a un balneario o de compras, me refiero a cuidados muy básicos que en el momento en que damos a luz tendemos a olvidar. Tenemos que cuidarnos, porque para atender óptimamente a nuestra criatura debemos estar lo mejor posible, y cuanto más dejemos atado y más previsoras hayamos sido más reduciremos posibles fuentes de estrés que nos impedirán disfrutar plenamente de nuestra maternidad.

   Así que, futura mamá, si has preparado una larga lista de cosas para cuando nazca tu bebé, no olvides hacer una también para ti. Aquí te dejo mi pequeña contribución, algunas son cosas que necesitarás indudablemente, y otras simplemente te vendrán muy bien:

  • Ropa interior desechable. Los primeros loquios pueden destrozar tu ropa interior, y es posible que tengas que cambiarte muy a menudo. Calcula unas cuantas para el hospital, sobre todo, y quizá para los primeros días de casa, que es cuando el sangrado es más abundante. Recopila también las bragas más feas y dadas de sí (todas tenemos alguna de esas en el cajón) que tengas para poder usarlas hasta que lo tengas todo bajo control.
  • Compresas de algodón. Las de celulosa no se aconsejan, ni tampoco los tampones, de las copas menstruales no puedo decir nada pero yo personalmente no tenía la zona cero como para andarme metiendo nada. Calcula bastantes porque yo compré pocas y me veía a cada rato teniendo que ir a comprarlas o encargando que me trajeran. A mí me iban bien las de Mercadona, más baratas que las de farmacia y muy competentes. Recuerda que puede que te lleves 40 días aproximadamente sangrando (yo me tiré los 40 sin tregua), aunque hay quien se lleva menos tiempo. Al menos asegúrate de tener suficientes para la primera semana o dos semanas, que es cuando más necesitarás descansar.



  • Discos de lactancia. Si vas a dar el pecho los vas a necesitar. Aparte de que proporcionan comodidad evitando el roce directo de tus ahora tan sensibles pezones contra la ropa interior, descubrirás que el rato que no te los pongas tendrás que cambiarte de camiseta porque parecerá que te has agachado sobre una pecera. Te recomiendo usarlos de tela, ya que son más ecológicos y a la larga te salen más económicos.



  • Sujetadores de lactancia. ¡En plural! Aunque parezca una obviedad, tan poco fue lo que me esmeré en mis propias necesidades que me compré sólo uno, y claro, de vez en cuando había que lavarlo, y para ir de tiendas no estaba yo y mucho menos mi peque con sus cólicos. Ten suficientes como para poder lavarlos sin estrés, ya que la alternativa es ir sin nada, lo cual no te resultará muy cómodo, y menos aún tratar de ponerte tus sujetadores de siempre, a no ser que acostumbraras a usarlos sin aros o de tipo deportivo. Yo los terminé usando también por la noche, cosa a lo que me costó habituarme, pero finalmente lo vi necesario puesto que estaba mucho más cómoda, y de otra manera no me podía dejar puestos los discos de lactancia y acababa con el pijama empapado de leche. No te encariñes mucho con ellos, sobre todo si vas a dar el pecho un tiempo prolongado (lactancia a término), ya que lo más seguro es que terminen destrozados de los tirones y deformados por apartarlos una y otra vez.




  • Ropa cómoda. Tardarás un tiempo en poder volver a ponerte tu ropa, ya que el cuerpo debe volver a ponerlo todo en su lugar y esto no es automático como en las películas (ya nos gustaría). Quizá tengas que apañarte una temporada siguiendo con la ropa premamá, prendas sueltas y, si das el pecho, que te permitan descubrirlo con comodidad.

  • Una buena provisión de alimentos no perecederos y enseres domésticos. Evidentemente esto no es para llevártelo al hospital. Con un recién nacido no se hace la compra igual, te lo garantizo, y tú lo que necesitarás es descansar, no patearte un supermercado. Si tienes la suerte de tener a alguien que te haga la compra, perfecto. Otra opción es que te familiarices con las compras online, pero incluso esto te hará invertir tiempo que quizá prefieras emplear en otros menesteres, como atender a tu peque... ¡y descansar! Sé que insisto mucho con el tema del descanso, pero el parto y los primeros días del puerperio te dejan el cuerpo molido como si acabaras de hacer la maratón de tu vida, y si no te recuperas lo vas arrastrando y aquello va creciendo como una bola de nieve y generándote un estrés adicional.

  • Abrazar el minimalismo en tu hogar, aunque sea temporalmente. Cuantos menos tiestos tengas que limpiar y colocar (o tu peque romper o poder hacerse daño con ellos), mejor. Si puedes, mete en cajas todo lo que vayas considerando, y ya lo irás sacando con el tiempo.

  • Cremas corporales hidratantes. Durante el embarazo la hidratación es muy importante para prevenir estrías, pero tras dar a luz es conveniente seguir hidratando la piel para ayudarla a volver a su sitio, aportándole elasticidad. No te olvides de los pechos, sobre todo si alimentas a tu bebé con lactancia materna, ya que éstos experimentarán muchos cambios de volumen (yo tengo un muestrario de tallas de sujetador que van desde la 85 a la 100, para ilustrar dichos cambios). En este caso el producto que uses tiene que ser muy suave y lo más natural posible, evitando la zona del pezón para que nuestro bebé no lo ingiera accidentalmente.


  • Una cuchilla de afeitar. Esto no es algo que necesites, es simplemente una recomendación mía. Yo eché de menos tener a mano algo con lo que quitarme los pelos rápidamente (ten en cuenta que es muy posible que tengas que darte duchas express una temporada). Ya habrá tiempo de hacerse la cera o lo que sea que uses. Siempre puedes dejarlo todo al natural...

   Y por lo pronto eso es todo lo que se me ocurre. Si crees que falta algo, déjamelo en los comentarios y estaré encantada de ampliar la lista. ¿Qué echaste tú de menos no haber tenido preparado para tí una vez que tuviste a tu peque?