domingo, 26 de octubre de 2014

El cachetito

   Si acerca de pegar a los niños como forma de disciplinarlos hay un gran debate, el tema del “cachetito” ya es hilar más fino. Hay quien está en contra de pegar a los niños, y sin embargo no ve nada malo en darles un cachetito en el culete en momentos puntuales, y la principal fuente de disparidad de opiniones es si esto lo consideramos o no violencia.

   Porque el hecho de pegar, todos estaremos de acuerdo en que es una forma violenta de educar a nuestros hijos. Ahora bien, en lo que no nos ponemos de acuerdo es el punto en que esa violencia se considera maltrato. Algunos piensan que si apenas les hace daño no es maltrato, y otros que cualquier forma de violencia lo es.


 "Y me duele más a mí que a tí..."

   Desde luego la fuerza bruta es una forma eficaz de conseguir que nuestros hijos nos obedezcan en un momento dado, eso es innegable, otra cosa es que sea la forma más correcta de actuar. Somos más fuertes que ellos y podemos doblegarlos si queremos, hasta el día que ya no lo seamos, porque llegará un día en que nuestros hijos verán que nos pueden, y cuando no hagamos su voluntad podrían emplear con nosotros los mismos medios persuasivos que hemos empleado con ellos.

   Pero ¿y un cachetito en el culete? ¿es eso violencia? ¿es maltrato quizá? Pues he aquí mi humilde opinión.

   En mi familia teníamos la costumbre de, a veces, saludarnos dándonos una palmada en el trasero. Cuando nos vemos, nos abrazamos y lo mismo nos damos una palmadita en la espalda que más abajo, y cuando nos despedimos también. Es algo totalmente inocente y cariñoso, y ahora lo hace mi Ganso esposo cuando llego a casa, y yo se lo hago a él y a mi Gansi. Y hay veces que nos pasamos de efusivos, yo la primera. Ha habido ocasiones en que he pillado a mi Gansi, le he dicho “¡ayyyyy como te quieroooo!” y le he dado una sonora palmada que me he preguntado si no le habrá dolido un poco. Pero su respuesta siempre ha sido reírse y devolverme el achuchón (también bien fuerte), porque el contexto era positivo.

   Y para mí eso es lo que importa, el contexto. Un cachete disciplinario, por muy suave que sea, es una imposición, un acto negativo, incluso humillante, y eso para mí es violencia. Porque hay muchos tipos de violencia, y algunos se pueden aplicar sin necesidad siquiera de contacto físico.

   Así que sí, un cachete disciplinario, un grito e incluso una mirada enfurecida, son para mí actos violentos. Debate aparte sería si esa violencia está justificada, si “se lo merecían”, si es “como mejor aprenden”, o si sentimos que no nos han dejado otra alternativa.

   Todos tenemos una parte irracional, una parte que responde con violencia ante la adversidad, la parte que nos impulsa a golpear el teclado del ordenador cuando nos sale el pantallazo azul. Y muchas veces esta parte nuestra es difícil de controlar, e incluso sale antes siquiera de que nos de tiempo a darnos cuenta.



   Cuando mi Gansi se rebela, no se porta como a mí me gustaría, me desobedece o no me hace caso (vamos, lo que hacen todos los niños en algún momento), muchas veces me enfurece tanto que lo que me sale del alma sería darle un tortazo. Es normal tener estos pensamientos, no hay que sentirse culpable por ello porque es parte de nuestro ser, nuestra parte más primitiva, lo importante es cómo actuemos finalmente. Porque también tenemos una parte racional, la que nos dice que ese bichito que tenemos delante y que nos está volviendo locas es la cosita que más queremos en el mundo. Esta parte racional es la que nos dice que los adultos somos nosotros, y que además somos su ejemplo.

   Educar a un niño no es fácil, y no siempre encontramos la forma no violenta de conseguir que nuestros hijos entiendan lo que está bien y lo que no, lo que se espera de su comportamiento, o simplemente que aquello que quieren o como o cuando lo quieren no puede ser. Muchas veces sabemos que existe otra alternativa, pero sencillamente no hay tiempo de probarla, o nos puede la desesperación porque todo lo que hemos probado hasta ahora no ha funcionado.

   Conseguir que tu hijo haga lo que tú quieres por su propia voluntad es, sobre todo en algunas ocasiones, muy complicado, y quien diga lo contrario no ha tratado con niños el suficiente tiempo. Muchas veces siento que estoy harta de estar teniendo que convencer y persuadir a mi Gansi para todo, y me asaltan los pensamientos de “qué pesado tener que estar dando tantas explicaciones, tantas maniobras de evitación y distracción, con lo fácil que sería darle un sopapo”.

   Incluso la persona más paciente y empática se va a encontrar en situaciones en las que se siente desbordada, y va a pensar “¿de verdad tiene sentido tratar de razonar con mi peque, con lo rápido y fácil que es darle un bofetón y tirarle del brazo para que arree?”

   Si nos ponemos a pensar, en la vida nos vamos a encontrar con muchas personas que no hacen las cosas como queremos y que nos sacan de quicio con su actitud, y sabemos que lo correcto no es enzarzarnos y liarnos a mamporros (aunque hay quien lo hace). A mí el Ganso muchas veces también me desespera, y no le tiro la babucha (aunque ganas no me faltan).




   Muchas veces se oye aquello de “antes estaba bien visto que el marido pegara a la mujer, y eso está igual de mal que pegar a los niños”. Es cierto que si el marido pega a la mujer o viceversa se considera maltrato, si alguien ve a un hombre darle un coscorrón a su mujer por la calle se escandalizaría, pero si lo hace con su hija lo vemos como algo normal. Sin embargo, no hay que olvidar que los miembros de la pareja no son responsables de la educación del otro, pero sí lo son de la de sus hijos.

   No pretendo en absoluto justificar a los padres que utilizan métodos violentos para educar a sus hijos, sólo comprenderlos, porque quiero pensar que todos los padres hacen siempre aquello que creen que es mejor para sus hijos, dentro de sus conocimientos y sus convicciones. Aunque muchas veces, pensando que hacemos lo mejor para ellos, nos equivocamos, y nos pasa a todos, no nos libramos ninguno, nadie es perfecto.

   Mi opinión personal, mi decisión con respecto a la educación de mi peque, porque creo que es lo mejor (aunque quizá me equivoque, espero que no), es no utilizar ningún tipo de violencia posible. Buscar siempre métodos alternativos y respetuosos para corregir y encauzar el comportamiento de mi Gansi, aunque a veces me resulte complicado y se me escape un grito, y aunque a veces no sepa qué hacer.

   Si le palmeo el culete, que sea de cariño, y si estrujo alguna parte de su cuerpecito, que sea por un abrazo.

domingo, 19 de octubre de 2014

Momentos que son la guinda de limón

  Quiero dedicar esta entrada a una compañera virtual, una bloguera que me regaló mi primer premio y que me hizo darme cuenta de que había alguien por ahí que leía mi blog, y a veces hasta le gustaba.

   ¡Y ahora está de celebración! La Guinda de Limón ha cumplido un año hace poco y está haciendo un sorteo bien chulo al que todavía estáis a tiempo de apuntaros. http://laguindadelimon.blogspot.com.es/2014/10/sorteo-1er-aniversario-lgdl.html


   A ella le dedico esta recopilación de pequeños momentos que nos regalan nuestros hijos (intuiréis que la mayoría son autobiográficos), porque sólo ellos saben sacar el lado más dulce de lo amargo, momentos que son una guinda de limón...

  • Estar pasando por una época muy triste de tu vida y que esas dos rayitas del test de embarazo hagan que parezca que ha salido el sol en medio de una tormenta.

  • Padecer molestias en el embarazo, incluso pérdidas de sangre que te hagan presagiar lo peor, y escuchar por primera vez ese latido fuerte y lleno de vida.

  • Acudir a un examen muy difícil a las 8 de la mañana (o a tu trabajo), en un pueblo alejado de tu hogar, y sentir unas pataditas que te hacen saber que no estás sola.

  • Llevarte horas sufriendo el dolor de las contracciones y ver de repente esa carita sonrosada y esos ojos que te atraviesan el alma con su mirada.

  • Tener mil dudas y miedos, estar extenuada y sentir que te estás equivocando como madre, y que una sonrisa desdentada borre todo tu cansancio y preocupaciones.

  • Después de un día de perros en el que has discutido con todo el mundo, escuchar la primera carcajada de tu bebé.

  • Cuestionarte si merece la pena tanto sacrificio, si has elegido bien tu camino y que tu recompensa sea oír un “mamá”.

  • Despertar en la noche con la peor de las pesadillas y que unas manitas que te buscan disipen todos tus miedos.

  • Sentirte que no eres nadie en este mundo, y darte cuenta de que hay alguien para quien lo eres todo.

  • Volver del trabajo cansada y malhumorada y que te reciban con los brazos abiertos, contándote con la mayor de las alegrías todas las cosas que le han pasado.

  • Sentirte enferma, hecha polvo, sin fuerzas para levantarte de la cama, y que te den un besito “pa que te cures”.

  • En ese día de bajón, que has intentado disimular, recibir un abrazo inesperado.

  • Sentir que ya todo está hecho, que no le harás falta nunca más y recibir esa llamada: “mamá, te necesito”.


   Seguro que se te ocurren muchísimos más momentos como éstos, yo estoy deseando vivir todos los que vengan...




domingo, 12 de octubre de 2014

Cuando tu peque te da mal rollo...

   Antes que nada, quisiera decir que en más de un año que tiene mi blog no he fallado una sola semana en publicar, pero esta vez la gripe ha podido conmigo y con todos los habitantes de mi casa... y presentadas mis disculpas quisiera abordar un tema que quizá no todo el mundo comparta, e incluso a algunas personas pueda parecerles una chorrada, pero también puede que más de uno se sienta identificado, y me viene que ni pintado para ir calentando motores de cara al próximo Halloween.



   Mucha gente piensa que los niños tienen como un sexto sentido, una pureza especial que les hace ver cosas que los demás no ven. Dependiendo de lo que uno/a crea en lo sobrenatural (y de las películas de terror que se haya visto), le concederá más o menos importancia al asunto, pero incluso los más escépticos encontrarán algún momento en su vida en que su peque hará o dirá algo que les producirá escalofríos, porque los niños pueden llegar a dar muy mal rollo.

   “Pfffff... ¿en serio? Yo soy una persona tremendamente racional, no me voy a asustar por cualquier cosa, seguro que todo tiene una explicación”. Bueno Gansa Premamá, es verdad que a ti no te va a pasar mucho, pero alguna vez sí que no vas a poder evitar sentir que se te pone la piel de gallina.

   Como muchas otras mujeres, viví mi cuarentena pasando muchísimas horas en casa a solas con mi peque, y del encierro a veces surge la paranoia, así que no era raro que se me erizara el vello cada vez que mi bebé se quedaba mirando con mucho interés al techo y de vez en cuando sonreía, vete a saber a qué, quiero pensar que a una sombra.

   Un bebé que mira con atención hacia un sitio en el que no hay nadie ni nada en movimiento, da mal rollo, y si encima señala y se echa de repente a reír, ni te cuento.

   Pues cuando se hacen mayores y empiezan a hablar, la cosa no mejora precisamente. Con su imaginación desbordante nos sueltan perlas a las que es mejor no buscarles interpretación alguna.

   Por ejemplo, mi Gansi despertó un día con un eccema muy raro en una piernecita, y cuando le pregunté “Cariño, ¿cómo te has hecho esto?” Su respuesta fue “me lo ha hecho un cocodrilo malo, era negro, más grande que mamá y con muchos dientes...” Casi lloro...




   Ya lo sé, puede ser que haya visto demasiadas películas tipo El Resplandor o El Sexto Sentido, pero es propio de nuestra naturaleza el sentir esa especie de atracción por aquello que no sabemos explicar, y por ahí circulan historias, la mayoría falsas, no lo dudo, sobre cosas que hacen o dicen los niños, que mejor no tratar de encontrarles explicación alguna:



   Para los que creen en la reencarnación, hay quien dice que algunos niños conservan recuerdos de su vida anterior y los revelan en frases escalofriantes:


   Y espera a que tu peque tenga un amigo imaginario, si has visto la saga de Paranormal Activity te darán ganas de salir pitando...



    ¿Y vosotros? ¿Qué importancia le dáis a esas veces en que vuestros peques se quedan mirando al vacío como si estuvieran viendo el espectáculo más interesante del mundo? ¿Y cuando les sorprendéis hablando “solos”? ¿Y cuando os cuentan historias para no dormir? ¡Qué yuyu!