domingo, 27 de julio de 2014

Un año de gansadas

¡Mi blog acaba de cumplir un añito! 






   Un añito de gansadas, reflexiones (con alguna que otra ida de olla) y desahogos. Un año ya tratando de dejar testimonio de lo que me ha cambiado la maternidad, de compartir mis experiencias con el mundo y sobre todo con otras madres que se hayan podido encontrar con las mismas inquietudes que yo.

   Cuando empecé pensaba que mi blog se perdería dentro del infinito de la blogosfera, que apenas recibiría visitas, que apenas iba a leerlo nadie, pero eso no me importaba, porque la finalidad con la que lo empecé no era ni hacerme famosa ni estar en el top de todos los ranquings.

   Sí que ha habido momentos en los que me hubiera gustado que tuviera más difusión, por el simple hecho de que eran posts que hablaban sobre temas que en su momento me produjeron una profunda preocupación, y me hubiera tranquilizado mucho saber entonces todo lo que sé ahora. Por eso pensaba que tenía que haber por ahí muchas madres que podrían estar pasándolo tan mal como yo, y que quizá si mis conocimientos llegaban a ellas a tiempo, verían las cosas de otra manera, y disfrutarían de su maternidad, tanto como yo la disfruto ahora.

   Pero me he limitado a soltar mis paridas al aire, sin saber a dónde las llevaría el viento. No me he promocionado entre amigos y familiares (de hecho, sólo dos personas de mi entorno saben de la existencia de mi blog), ni entre las redes sociales, sólo publico una vez por semana (pero nunca fallo, eh), y ni siquiera me he gastado un duro en un diseño molón.

   Sobre esto siento que tengo que pedir disculpas, ya sé que igual el diseño no está muy currado, que he entrado en otros blogs que te dan ganas de quedarte sólo por lo bonitos que están, independientemente del contenido, aunque entiendo que por muy buenos que sean los posts, si el diseño del blog te va pegando puñetazos en los ojos no se hace muy agradable leerlos.

   A mi favor diré que nunca he sido muy manitas con estas cosas, y que mis gustos son muy particulares (vamos que lo que a mí me parece bonito quizá a pocos más se lo parezca también), así que si a pesar del diseño tan poco profesional, y de lo poco conocido que es este sitio, te has quedado a leerme, sólo puedo decirte...

   ¡Mil gracias!

   Gracias por dedicar parte de tu tiempo a dar una oportunidad a mi pequeño espacio, y deseo de todo corazón que te haya parecido un tiempo bien invertido.

   Y para finalizar, me gustaría hacer un repaso por los mejores momentos del año, que el mundo blogueril parece ser que se traduce como un listado de los posts más leídos hasta la fecha:


   De nuevo un millón y medio de gracias por estar ahí, espero haberos aportado aquello que buscabais, con mis conocimientos y experiencias, y haberos hecho pasar un rato agradable con mis chorradas. Y si decidís seguir, que sepáis que aún queda Gansa para rato...




¡Un besazo!

domingo, 20 de julio de 2014

Enmadrados

   Se utiliza el término “enmadrado” para referirse, de forma despectiva, a niños que tienen “demasiado” apego con su madre. Yo misma, cuando era Gansa Premamá y veía a algún niño que, bajo mi punto de vista, se pegaba a su madre más de lo que yo consideraba normal, ya pensaba que algo andaba mal, o con el niño (que estaría muy mimado) o con sus padres, que lo sobreprotegían o algo estarían haciendo mal para que su criatura no fuera como los demás niños.

   Pero desde que fui madre, empecé a conocer las necesidades reales de los niños, que cada uno es diferente, y a ser consciente de las falsas expectativas que se nos generan a los padres, y entonces me empezó a parecer un término de lo más injusto. Ahora opino que el término “enmadrado” revela desconocimiento y falta de empatía por parte de quien lo emplea.

   Imaginemos una reunión, un día en el parque, o una fiesta de cumpleaños, en la que todos los niños juegan y se divierten, todos menos uno, que no se separa de su madre. ¡Está enmadrado! Bueno pues, ¿y si resulta que ese día estaba enfermo o se encontraba mal y simplemente no le apetecía jugar? ¿Y si es el único que no conoce a nadie y se siente inseguro? Con certeza el lugar más seguro que conozca sea junto a su madre. ¿Y si es un poco tímido al principio y sólo necesita algo de tiempo para soltarse? No lo sabemos, no sabemos nada sobre el niño, ni sobre su situación, quizá es incluso la primera vez en nuestra vida que lo vemos, pero parece que nos molesta verlo arrebujado en la falda de su madre y enseguida nos apresuramos a juzgar.


 Imagen de http://psicologialasrozas.com

   Además es un término del que yo creo que hoy en día se abusa demasiado. No sólo se lanza muy a la ligera, sin conocimiento de causa, sino que se emplea en niños cada vez más pequeños, incluso en bebés.

   Un bebé que llora y sólo se deja coger en brazos por su madre, con la que únicamente se calma, ya decimos que está enmadrado. Es normal que cuando un bebé pierda de vista a su madre se ponga nervioso o llore, es tan pequeño que no sabe que su madre (su fuente de alimento y la garante de su seguridad y de su vida) va a volver.

   Yo lo tuve que sufrir en mis carnes con mi Gansi, y me revolvía por dentro. Si por ejemplo íbamos a casa de algún familiar con niños, éstos estaban felices, jugaban y se movían (¡digo!, como que estaban en su propia casa), pero mi peque no se me despegaba, y si por algún casual me perdía de vista un instante, se ponía a llorar y llamarme, así que no tardó en sonar la voz de “¡uuuuuh, qué enmadramiento tieneeeee!”. He de decir que mi chiqui apenas tenía un año, y al parecer, ya se esperaba que deambulara felizmente sin su madre en un sitio que le resultaba extraño y que se relacionara abiertamente con personas que, aunque fueran familia, le parecían extrañas porque les veía poco. Y para postre supongamos que se acercaba la hora a la que solía dormir, y ya estaba pidiendo tetita y calorcito para cerrar los ojos.

   Pero queremos que los niños sean independientes, y cuanto antes empiecen a serlo mejor, y pensamos erróneamente que cuanto más dependientes y apegados sean de pequeños, más lo serán conforme vayan creciendo, cuando es justamente lo contrario.

   Los bebés dependen por completo de su madre, es lo normal, es para lo que están genéticamente programados. Ellos no distinguen si están a salvo en una mullida cunita o en medio de la selva tropical, no saben si su madre está al otro lado de la puerta o a un kilómetro, no saben si van a estar solitos un minuto o para siempre, ni siquiera son conscientes de que otra persona que no sea su mamá puede proporcionarles alimento y cobijo.

   Cuanto más intentamos que se “acostumbren” a estar solos, más alimentamos esa inseguridad. De hecho, hay estudios que respaldan que aquellos niños a los que más se les ha satisfecho su necesidad de apego en edades tempranas, luego son los más independientes, porque son los más seguros. Recomiendo este interesante artículo de crianza autorregulada sobre el apego, así como sus referencias.
 
   Me gusta especialmente cuando hace mención a la independencia real y ficticia, porque a veces pensamos que los bebés son más independientes si se duermen solos, si se calman solos, o hasta si sujetan el biberón solos (“eah, un trabajo menos para la madre”).


 "Hasta me cambio el pañal solita..."


   Creo que la clave está en saber reconocer la dependencia natural de los niños, en tratar de ponerse en su lugar, de entender por qué actúan como lo hacen.

   Más enlaces de interés sobre apego:

domingo, 13 de julio de 2014

Y yo que creia que (12) ser madre no tenía por que ser cansado


   “Algunas madres es que se lo montan fatal, siempre cansadas y ojerosas. ¡Pero si ser mamá no tiene por qué ser cansado! Cuando yo tenga a mi bebé le acostumbraré a hacer siempre actividades relajantes, y tendremos rutinas y horarios para que todos descansemos...”

   ¡Frena Gansa Premamá! ¡Frena, que te estrellas!

   O bien no te lo vas a montar tan bien como planeas, o ser madre es bastante más cansado de lo que tú te crees...

   Ser mamá cansa siempre, a veces mucho y a veces muchísimo, desde que nacen nuestros bebés e incluso antes, desde que el barrigón nos oprime los órganos y no nos deja conseguir una postura cómoda para conciliar el sueño.

   Imagino que habrá algunas mujeres que después de dar a luz se encuentren fabulosamente y llenas de energía, pero yo estaba exhausta. Tenía a mi bebé al pecho y sentía que me quedaba dormida, pero reprimía este sueño porque quería esperar a que terminara la toma y dejarle en su cunita, y cuando lo hacía y yo por fin cerraba los ojos, mi Gansi decía que si me había creído por un momento que se iba a quedar ahí en esa cunita de plástico sin el calor de su mami y sin protestar.

   Supongo que pensé que al llegar a casa todo mejoraría, que mi peque se acostumbraría a no estar en brazos, o que quizá era que ya se había malacostumbrado porque las visitas le habían cogido mucho. Tenía la esperanza de que pronto durmieratoda la noche, pero una y otra vez me equivoqué, y para colmo estaba el problema de los cólicos.

   Me pasé meses sin dormir más de una hora seguida, y creo que tenía ya hasta alucinaciones, y por supuesto un humor de perros, yo que nunca decía palabrotas y ahora me veía echando cada día sapos, culebras, rayos y truenos por la boca. 



   
   Por si cansara poco el no dormir, además está lo que agota el hecho de cuidar a un bebé, y añádele que sea de alta demanda y que tenga cólicos. Aún si tienes un bebé que duerme más que un gato y se mueve menos que un peluche, tendrás que alimentarle, bañarle, cambiarle la ropita, mecerle, cambiarle los pañales, salir a comprarle ropa y demás enseres, llevarle al médico y un largo etcétera porque ahora eres responsable de una vida que depende de ti, y todo eso (que se lleva con mucho amor, ojo) por supuesto que supone una gran actividad física.

   Pero los bebés lloran, necesitan contacto y atención constantes, y por desgracia, a veces también enferman, y aunque no sea más que un resfriadito sin importancia, para una mamá, y más aún primeriza, es un sufrimiento ver a tu criatura tan pequeñita que no respira bien por culpa de los moquitos, o que tose a cada rato o se queja y parece como si se retorciera de incomodidad. Quizá tu bebé duerma plácidamente a pesar de que le suena el pechito como una cafetera, pero tú sólo de escucharle, no pegas ojo.

   A veces sentía que mi cuerpo no daba para más, sin dormir, con los cuidados rutinarios, de repente llegaban las peores horas del cólico,y cuando por fin se calmaba y se dormía, y yo creía que me podía relajar, ahora resultaba que era la hora del baño, y no me apetecía nada, lo que me apetecía era que descansáramos y temía que mi bebé se despertara y volviera a llorar (como al final siempre sucedía), pero es que yo creía que debía prepararle el baño cada día a la misma hora, era rutina y era sagrado.

    Y si ser madre cansa cuando son bebés, cuando no duermes, cuando lloran y te reclaman todo el día, la cosa no mejora cuando crecen. Cuando empiezan a moverse, a gatear, a curiosear y tocar todo, que lo mismo piden brazos que suelo, luego andan, corren (y tú detrás de ellos), juegan más activamente, y una sigue agotada, porque esto también es actividad física de la buena.

   Hay niños más tranquilos, otros algo más movidos, y otros son torbellinos de nervios que no paran, pero incluso los más paraditos tienen sus momentos de nervios y excitación que parece que les hubieran echado algo en el colacao.

   Cuando no trabajas fuera de casa y la gente piensa que estás tranquila todo el día o incluso aburrida, te empieza a salir humo por la nariz de la indignación que te entra, porque te has levantado llena de agujetas después de un día entero de aúpa, al suelo, carreras, juegos (saca, juega, recoge, limpia...), canciones, rabietas y frustraciones, aparte de los quehaceres domésticos, todo coronado con una fabulosa noche de llantos y vómitos, de cambiar las sábanas de la cama hasta 4 veces, de cantar, mecer y amamantar.

   Y cuando trabajas fuera de casa y llegas queriendo desconectar del curro, te esperan unas horas de corro de la patata, chuchuguá y hacer el caballito. En mi anterior trabajo tenía una compañera con 4 hijos que decía que para ella el tiempo que pasaba en la oficina era casi un descanso, que le resultaba menos estresante que cuando llegaba a casa y 8 manitas tiraban de ella en direcciones opuestas. Por aquel entonces me pareció que debía estar exagerando, pero ahora creo que la entiendo.

   Así que sí, ser madre es cansado, y mucho, hagas lo que hagas y te pongas como te pongas.

   Aunque el hecho de que sea agotador no quiere decir que no sea maravilloso, que no merezca la pena terminar cada día recordando que metiste un pie en la cama y el otro ya no te acuerdas qué pasó.



domingo, 6 de julio de 2014

Y yo con estos pelos

   Nunca me ha gustado mi pelo, tampoco es que esté acomplejada, simplemente no me gusta, aunque a veces me han dicho que tengo suerte porque es un pelo “agradecido”. No llega a ser liso, pero tampoco tiene ondas bonitas, y es muy fino y tiende mucho a encresparse y despeinarse, se me engrasan enseguida las raíces y las puntas se me abren y resecan con facilidad.

   Yo tenía la esperanza de que en el embarazo se me pusiera una melenaza como esas que yo siempre había envidiado, el típico “pelo Pantene” que brilla, y aunque haga un vendaval se mueve pero vuelve grácilmente a su sitio, no como el mío que con la más leve brisa ya parece que hubiera metido los dedos en un enchufe.




   Dicen que durante el embarazo, con las hormonas, el pelo y las uñas cambian y se ponen más fuertes, y el cabello más espeso y bonito. La verdad es que en mi caso apenas fue perceptible, pero lo que sí noté fue el efecto del postparto.

   Lo que ocurre realmente es que no todo el pelo que tenemos nos crece, un pequeño porcentaje permanece en una especie de fase de descanso un tiempo hasta que se cae de forma natural cuando nos cepillamos, nos lavamos, y en mi caso hasta cuando estornudo se me caen un par de pelos. Y en el embarazo, con los cambios hormonales, esos cabellos “descansan” más tiempo y tardan más en caerse, con lo que da la sensación de que tuviéramos más pelo. Supongo que las mujeres con pelo más grueso y abundante lo deberán notar más, pero yo apenas noté nada.

   Tras el parto las hormonas quieren volver a sus niveles iniciales, y el pelo empieza a caer que da susto, y en mi caso tanto que me veía el cráneo, vamos tres pelos de rata y todo el día despeluchando, porque tampoco ayuda mucho que tu bebé, cuando le das el pecho, juguetee a lo bestia con los pocos pelos que te quedan, y tire de ellos hasta que se queden en su manita, mientras una se imagina ya con peinado a lo Homer Simpson.



   Además, todas las medicinas y demás ungüentos milagrosos que venden para frenar la caída del cabello o estimular su crecimiento, dicen que no son compatibles con la lactancia. Lo único que me pareció seguro probar fue la levadura de cerveza, que además decían que aumentaba la producción de leche materna, así que en teoría me venía genial, pero tampoco hizo el milagro que esperaba.

   Para el tema de los tirones de pelo de mi peque descubrí (tarde, por supuesto) que existían unos collares de lactancia, con los que los peques se entretienen, e incluso se los pueden meter en la boquita y masajearse las encías.

   También se pueden hacer caseros, con multitud de materiales y técnicas, como el crochet. Aquí hay un tutorial para hacer un collar de lactancia de forma fácil con trapillo:



   Los collares de fibra hacen que se quede impregnado el olor de mamá, con lo que a los peques les resultará aún más atractivo. Si tengo otro peque lo probaré, a ver si es verdad que se entretienen con eso y no me quedo calva perdida.

   Y no quisiera finalizar sin hacer mención a los pelos de mi Gansi. Cuando nació tenía algo de pelito, aunque no mucho, como algunos bebés que parece que salen con peluca.

   Es normal que a los bebés, ese primer pelito fino, se les caiga y poco a poco se les vaya viendo su pelo real. A algunos les cambia de manera uniforme, a otros por partes (que parece que tienen parches) y a otros, como mi Gansi, se les cae todo de golpe. Me dejaba las sabanitas de la cuna y del cochecito que parecía que en vez de un bebé allí dormía un gato, y se le quedó la cabeza como una bombillita.

   Tanto me impactó que me propuse que no le cortaría el pelo hasta que no lo tuviera extremadamente largo, aunque todo el mundo me dijera que le pasara la maquinilla o que le fuera cortando las puntas para que se le pusiera fuerte, cosa en la que yo no creo mucho, más bien pienso que el pelo aparenta ser más fuerte porque le has quitado la punta que era finita, pero el caso es que yo quería ver a mi Gansi con pelo, con melena a ser posible, aunque su pelito crecía muy despacio.

   No tuvo su primer corte de pelo hasta cerca de los 2 años, y porque después del verano se le había quedado ya un nido de paja imposible de peinar.

   Siempre me dio igual cómo fuera el pelo de mi Gansi, si era rubio, moreno, castaño, liso o rizado, mientras que no fuera como el mío, que me cuesta un rato domarlo para no parecer una zarrapastrosa, y cuando lo consigo viene un vientecillo y echa al traste todo mi trabajo.

   Y mi Gansi resultó tener un pelo único en mi familia, tanto que ni el Ganso ni yo conocemos antecedentes familiares con esas características, lo que es la genética. Mi gansi ha decidido tener tirabuzones bisbaleros, y me encantan, pero me vuelvo loca buscando la forma adecuada de cuidarlos y sobre todo de peinarlos. ¿Cómo narices se peinan unos tirabuzones? 


 Pues ahora imagínate esto todo enredado...

   Por la mañana amanece con la cabeza como un champiñón, y parece que va tomando forma por sí sólo, y curiosamente después de una sudorosa siesta es cuando se le pone más bonito.

   Se le encrespa un poco porque lo tiene muy fino, eso sí lo ha sacado de mí, por desgracia, aunque no sé si le irá cambiando con el tiempo, y yo espero que no, ains mis ricillos...


 Algo así son los pelos de mi peque al despertar...