domingo, 30 de marzo de 2014

Y yo que creía que (9)... Los niños debían tener horarios


   “Horarios y rutinas... ¡Para los niños eso es importantísimo! Les aporta seguridad, estabilidad y les crea buenos hábitos. En mi casa comeremos, dormiremos, pasearemos y nos bañaremos siempre a la misma hora...” Bueno, relájate un poco Gansa Premamá...

   No seré yo quien ponga en duda las bondades de los horarios y rutinas, pero he llegado a pensar que no hay que llevarlos tan a raja tabla.

   Cuando nació mi gansi, creí que se terminaría acostumbrando a nuestros horarios. Pensaba que debía intentar espaciar las tomas al menos dos horas, y que así, al final comería cada 3 ó 4 horas, como yo creía que los bebés debían comer. Así que allí me plantaba yo, libreta en mano, cada vez que le daba el pecho a mi peque, anotando la hora a la que empezaba a mamar, el último pecho del que había tomado, y el lapso de tiempo que había conseguido aguantar sin mamar. Cuando volvía a pedir, consultaba la agendita (que todavía guardo, como recuerdo de lo que no se debe hacer si se pretende alcanzar una lactancia exitosa), y si me parecía que había pasado poco tiempo desde la toma anterior, intentaba calmar y distraer a mi gansi, para que aguantara más.

   Hasta que comprendí que un bebé de pecho no puede tener horario de comidas, porque la lactancia materna es a demanda, y es la única forma en que se garantiza que tenga éxito, que la producción se adecue a las necesidades del bebé, y sobre todo, que estas estén correctamente satisfechas. Contrariamente a lo que yo esperaba en un principio, las tomas de mi peque no se empezaron a regular hasta que no me deshice de la dichosa agendita.

   También pensaba que el momento del baño debía ser todos los días a la misma hora, como inicio de un ritual nocturno para favorecer el sueño, pero eso sí, al menos dos horas después de la última toma... ¡no se le fuera a cortar la digestión!

   Lo que terminaba pasando era que mi peque pedía comer y aún faltaba un buen rato para la hora del baño, y no podía darle para poderle bañar, y el resultado era: sufrimiento de mi bebé, estrés para mí, y una hora del baño que era de todo menos relajante...

   Hasta que comprendí que el baño de los bebés pequeños no es obligatorio (al menos bañarlos a diario), que no se hace porque estén sucios sino para relajarlos, así que si no esta siendo relajante, mejor no hacerlo. Y para asegurarse de que están relajados, tienen que estar alimentados, y no, no hace falta esperar dos horas a que hagan la digestión, para empezar porque la leche materna es súper digestiva (de hora a hora y media ya la habrán digerido por completo), y aunque se metan en el agua recién comidos, a los bebés no se les corta la digestión (ni que los fuéramos a echar al agua de los fiordos...).




   El mal rato que pasaba mi peque, por intentar hacerle un bien al instaurarle unos horarios, no hizo más que empeorar sus cólicos.

   Y para qué hablar de los horarios del sueño. Unos padres primerizos como éramos, que pasábamos días, semanas y meses sin dormir más que un par de horas seguidas, estábamos tan desesperados que habíamos intentado de todo. Pues resultaba que era inútil intentar imponer un horario de sueño a mi bebé.

   Mi peque vino al mundo con un Jet Lag que hacía que echara sus siestas más largas por la mañana. Con el tiempo, sus sueños largos (y me refiero a 4 horazas) se fueron desplazando a la tarde, y luego a la tarde-noche. Finalmente entendí que debía dejar a este proceso desarrollarse por sí solo, y que cualquier cosa que hiciera sólo conseguiría entorpecerlo y retrasarlo. Pero esto no lo aprendí sino tras meses intentando distraer a mi peque para que aguantara el sueño y se echase a dormir más tarde, o que durmiera menos por las mañanas.

   Comprobé que daba igual a la hora que se durmiera, siempre se despertaba a la misma hora, y que no dormía mejor cuanto menos hubiera dormido o más hubiera jugado durante el día, es más, cuanto mayor era su cansancio, peor era su sueño.

   Lo que terminé haciendo fue dejar a mi peque dormir cuando lo necesitara, eso sí, durante el día había luz y ruidos, y por la noche oscuridad y silencio.

   Se me ocurre la reflexión de que, seguramente, si esos sueños largos de mi peque hubieran sido desde las doce de la noche a las 4 o 5 de la mañana, en lugar de de 7 a 11 de la noche, hubiera tenido la sensación de que mi peque dormía toda la noche, pero supongo que cada niño viene con un desfase distinto.

   Quizá es que mi bebé aún no era lo suficientemente mayor como para tolerar los horarios que yo le pensaba imponer. La única clave para mí fue la paciencia, y dejar que su adaptación a nuestro ritmo de vida fuera lo más paulatina posible, sin forzar.



2 comentarios:

  1. Las dichosas horas, no sé hasta qué punto puede llegar eso a ser beneficioso. El cuerpo manda, y si por ejemplo tiene hambre una hora antes o una hora después hay que dejar al niñ@ con hambre o que se ponga a comer sin ganas (que lo va a hacer rita la cantaora) por que lo pone en el reloj?
    Y eso, el sueño, pues si tiene sueño a dormir, el cuerpo se lo pide por algo será.
    Esta sociedad nos quiere convertir en robot!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Horarios y rutinas, un arma de doble filo...
      Ahí le has dao! Robotitos todos! jejeje

      Eliminar