Es curioso que, a veces, parece que identificamos a un médico, y
a cualquier persona con bata blanca en general, como una figura de autoridad,
un ser casi sobrehumano, imbuido de infinita sabiduría, cuya palabra nunca debe
ser cuestionada. Y lo hacemos de forma inconsciente porque, pensándolo fríamente cualquiera comprendería que
los/as profesionales de la salud son personas y por lo tanto tienen sus
limitaciones, se pueden equivocar, tener un mal día y sentir más o menos pasión
por su trabajo.
La medicina es como cualquier otra profesión, de modo que
nos podemos encontrar con que quien nos atiende es una persona con excelente y
actualizada formación, entregada y de trato impecable, o todo lo contrario.
No se trata de entrar en la consulta en plan “¡no me fío de
nada de lo que me digas, matasanos!”, pero tampoco de bajar la cabeza y
quedarnos callados si sentimos que el trato que hemos recibido, o la
información o diagnóstico que nos han dado, no es el correcto.
Y es que a las mamás primerizas nos surgen
muchísimas dudas e inseguridades. De pronto nos vemos con nuestro retoño en los
brazos, totalmente dependiente de nosotras y empezamos en vano a buscarle el
libro de instrucciones y a pensar “¿ahora que hago?” o “¿lo estoy haciendo
bien?” Y es ahí cuando acatamos ciegamente las instrucciones de nuestro/a
pediatra porque damos por sentado que ellos/as saben de nuestro bebé muchísimo
más que nosotras. Bueno, en realidad, en nuestro estado de vulnerabilidad, damos por sentado que cualquiera, incluso aunque no haya tenido hijos, sabe más de nosotras.
Pero lo que he aprendido sobre los/as profesionales de la
pediatría es que hay algunos/as que dan a los padres y madres consejos y recomendaciones sobre temas
que no forman parte de sus competencias, como por ejemplo, la lactancia o los
hábitos de crianza, porque estas cuestiones requieren de una especialización
aparte, que no es obligatoria en principio para el ejercicio de su profesión.
Si entramos en una consulta y la persona que nos atiende nos
recomienda (aunque demos el pecho sin problema alguno) que nuestro bebé tome
una determinada marca de leche en polvo, que curiosamente es la misma que
ilustra los pósters y calendarios que adornan la consulta, y hasta el bolígrafo
con el que nos firma las recetas, algo hay que sospechar.
Yo daba por sentado que los/as pediatras estaban formados en
lactancia materna (y es cierto que algunos lo están, pero no todos/as), o que
su formación sobre alimentación infantil en general estaba actualizada, pero si
te dan un folio sobre pautas de alimentación, que hablan de introducir la alimentación
complementaria antes de los 6 meses de vida, que además es una fotocopia de un
documento escrito con máquina de escribir, pues muy actual no parece.
Y lo que desde luego no creo que se incluya en la formación general
de pediatría son los hábitos de crianza, pero eso no impide que a veces nos den
recomendaciones o incluso sermones sobre si cogemos o no a nuestros bebés en
brazos, o cómo, cuánto y dónde duermen, porque en efecto, el desarrollo del sueño
tampoco se incluye en la formación general de la pediatría.
Todo esto me resulta de lo más chocante, y es un aspecto de
nuestro sistema sanitario que me desconcierta. ¿Cómo puede ser que un
profesional de la pediatría ejerza sin tener conocimientos más
profundos y actualizados sobre lactancia, alimentación infantil o desarrollo
del sueño? Debe ser que se da por sentado que estas cuestiones las sabe todo el
mundo, o que carecen de importancia, o que cualquier juicio equívoco que se emita al respecto, no va a repercutir en
daño alguno en el paciente.
Cuando una es madre por primera vez, y le asaltan tantísimas
dudas, necesita obtener al menos algo de apoyo y tranquilidad por parte de los/as
profesionales de la salud. No digo que tengamos que creernos a pies juntillas cualquier cosa que
nos digan, por descabellada que pueda parecer, pero al menos confiar en que la
persona que nos está dando esas recomendaciones sabe de lo que está hablando. ¿Sería
muy descabellado esperar que la persona que trata la salud de nuestros hijos y
nos alecciona sobre cómo criarlos, tuviera hijos propios?
Me he llegado a encontrar, hablando con un grupo de madres,
que una de ellas contaba algo que le hacía o le daba a su pequeño y que a mí, en aquell momento, me
pareció una soplaguindez sin fundamento, y por las caras de las otras madres presentes,
a ellas también. Hasta que esta mamá en cuestión sentenció: “dicho por mi
pediatra”, y de repente la expresión de las otras mamás cambió y todas dijeron
“aaaaaaah”. Me pareció de lo más curioso cómo algo que en un principio
suscitaba dudas de pronto se convirtió en una verdad innegable. Parecía que estuviéramos en misa y hubiera dicho"palabra del Señor”, como si lo que dice el pediatra tuviera que ir a misa.
Así que animo a todo el mundo a que, como yo, os deis a la
poca vergüenza y cuando el/la pediatra os diga algo de lo que no estéis
segur@s, le pidáis amablemente referencias de aquello de lo que os habla, para
ampliar información, claro está. Por ejemplo: “Oh ¿Ya no hace falta que le de
el pecho a mi peque de un año? ¡Qué interesante! ¿Dónde podría informarme más
sobre lactancia a esta edad? ¿Quizá en la página de la Organización Mundial
de la Salud?”
(Esto último es recochineo opcional…)
Jajajaja, buenisimo...
ResponderEliminarSí es verdad que parar ciertas madres/padres el/la pediatra es dios, si señora. Todo lo que digan es totalmente cierto, y se debe cumplir a raja tabla. Y mira que muchos sueltan unas barbaridades, que no veas.
Cuando iba a contarle ciertas cosas como por ejmplo que desde que nació dormia conmigo se llevaba las manos la cabeza. Pero después ya me dio por caso perdido y no se asombraba con casi nada de lo que le decía. Qué pena... con lo que me gustaba ver su cara de asombro (mas bien, casi de terror)
Siii, a mi también me encanta ser "malvada" con los médicos y ver su cara cuando les digo cosas que les sacan de sus esquemas. Con lo fácil que sería reconocer que para ciertas cosas no están cualificados...
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